“Los nuevos ricos son horrorosos”: reflexiones sobre el racismo en el Perú
Hace unos días, la señora Claudia Dammert, en una polémica entrevista hecha
por Beto Ortiz en el matutino “Abre los ojos” declaró que detrás de la campaña a
favor de la revocatoria se mueven los poderosos y turbios intereses económicos
de una clase social, a la que llamó los nuevos ricos del Perú. La renombrada
actriz, conocida por su espíritu irónico, afirmó que la defensa de la
revocatoria solo le hace el juego a estos nuevos ricos, a esta plutocracia
emergente, a los que tildó de horrorosos y huachafos. “Los nuevos ricos son
prepotentes y cholean siendo ellos mismos cholos, y eso los diferencia de los
ricos de linaje”, manifestó medio en broma, la actriz.
Como era de esperarse en una ciudad en que la ambivalencia moral es el
rasgo predominante de sus ciudadanos, estas declaraciones cayeron muy mal en el
ánimo de la población, no porque el racismo le resulte intolerable, sino porque
su expresión está destinada al ámbito privado. Fue tal el rechazo generado por
sus declaraciones que la actriz tuvo que pedir disculpas en otro programa
televiso.
La cuestión que nos anima no es la de censurar o aplaudir lo manifestado por la señora Dammert, sino más bien la de someterla a un a un análisis serio que vaya más allá de los efectos inmediatos que pueda tener en esta campaña por el sí o el no a la revocatoria. Observamos con cierta preocupación que la campaña es un campo de lidia implacable en el que los argumentos más grotescos, las proposiciones más falaces son las armas preferidas de los contrincantes. Nosotros creemos que las declaraciones dadas por Dammert son una especie de radiografía de la sociedad en la que vivimos, una imagen de la mentalidad característica de este país.
La sociedad peruana ha presenciado el surgimiento de nuevos sectores sociales,
que con el tiempo se han convertido en grupos económicamente poderosos,
materialmente exitosos, a los que comúnmente se les ha llamado emprendedores.
Estos sectores, sin duda alguna, han contribuido y contribuyen enormemente con
el dinamismo de la economía peruana, con su pujanza productiva. Incluso podríamos
decir que han alentado en nuestra sociedad una democracia distributiva y de
consumo. Pero de igual forma han contribuido con la masificación social
imponiendo nuevos comportamientos y actitudes que muchas veces reproducen los
viejos vicios de la sociedad peruana, como es el caso del racismo y la
marginación.
El racismo y la marginación no son características privativas de los nuevos ricos del Perú. Son más bien un fenómeno de carácter general que siempre se ha presentado en nuestra sociedad. Y este fenómeno se ha dado especialmente en los antiguos ricos, “los ricos con linaje y pedigree” como dijo con cierto orgullo Claudia Dammert.
"El buen gusto" es un monopolio que las clases dominantes detentan a fin de legitimar su posición de poder. Un poder que sienten les da el derecho de distinguirse y por ende de cholear. Pero los sectores dominantes no solo dominan, tienen derecho de dominar; por lo tanto tienen derecho de cholear.
De acuerdo con Claudia Dammert, resulta "huachafo" que los nuevos ricos, “los cholos con plata” choleen. La razón de ello es que no tienen el derecho de ser dominantes. Este derecho-no lo menciona Dammert, pero se desprende claramente de sus palabras-nace de la distinción que se adjudican las viejas y rancias familias aristocráticas del Perú, aquellas que exhiben no tanto riqueza, sino sobre todo “clase, caché”.
Lo que Claudia Dammert ha dicho entonces es que la distinción, el caché es la fuente de legitimación de la posición dominante. Esta idea nos retrotrae a la imagen de un orden social imaginario de tipo estamental, de una mentalidad feudal en el que la "sangre azul" es la fuente legitimadora del poder simbólico y material.
La sociedad dentro de este planteamiento feudal es concebida como una realidad estática y eterna, basada en “la diferencia natural”. Dentro de esta visión todo cambio de la sociedad resulta no solo amenazador, sino también antinatural, pues remece las mismas bases de lo que Dios o la vida han predeterminado. Sin embargo, debemos decir que “la concepción aristocrático-feudal” está herida de muerte por una masificación creciente e incontrolable alentada por la clase de “los advenedizos huachafos, los ricos horrorosos” a los que se refiere despectivamente Dammert.
Estos "ricos horrorosos" se han formado y crecido en la anomia (falta de reglas) Su predilección por quebrantar las normas sociales es recurrente, lo cual resulta censurable, pero comprensible, en la medida en que nacieron del rechazo y el distanciamiento hacia el sistema. Pero también es igualmente reprobable la actitud extranjerizante, antipatriótica y sobre todo la inmovilidad material y cultural de los antiguos ricos de linaje y pedigree. Se podría decir que mientras los nuevos ricos surgieron en la anomia, los viejos ricos, en cambio, languidecieron en la anemia: su sangre azul al estar viciada los condenó a una vida de empantanamiento social, que contribuyó en gran parte al ascenso de los ricos advenedizos.
En todo caso, el rechazo generado frente a estas declaraciones puede ser
interpretado de muchas formas. Entre ellas nos quedamos con dos
interpretaciones. La primera expresa la incapacidad de los "viejos
ricos" para crear un proyecto de país, para dirigir la nación hacia la
construcción de una realidad superior en lo material y lo cultural.
En ese sentido, la manifestación de la señora Dammert es una expresión nostálgica
de un mundo social hoy inexistente, extinto por su misma inmovilidad y
aislamiento. La segunda, el hecho de que el racismo en el Perú se puede
ejercer, pero no expresar. El choleo es una institución nacional que atraviesa
el conjunto de nuestras relaciones sociales. No es patrimonio de los
"viejos ricos" ni de los "nuevos", sino de toda la
sociedad. Sin embargo, es un racismo que pese a humillar y golpear esconde la
mano agresora; un racismo que se practica cotidianamente, pero que se niega
expresamente. Por eso nos escandalizamos cuando alguien tiene opiniones
racistas, por eso se nos eriza la piel, nos sale espuma de la boca cada vez que
alguien declara su racismo.
En todo caso diremos que Claudia Dammert es criticada por expresar su
racismo, no por pensarlo. He allí la duplicidad moral de nuestra sociedad.
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