La historia, la Historia y el capitalismo, según Fernand Braudel

Fernand Braudel (1902-1985) ha sido uno de los historiadores más importantes del siglo XX. Continuador de la obra de Lucien Febvre y Marc Bloch, se convirtió en líder y animador de la llamada Escuela francesa de Annales, a la muerte de Febvre, en 1956 . Heredero de ricas tradiciones intelectuales europeas, especialmente francesas y alemanas, Braudel acomete la tarea de reconstruir el pasado desde una óptica totalizadora y distinta de la tendencia monográfica. 

Sus obras traducen su preocupación por integrar a la Historia con la Economía, la Geografía, la Demografía y la Sociología, con el fin de ofrecernos una imagen totalizadora del pasado que nos conduzca, finalmente, a comprenderlo. Intenta superar las tradicionales diferencias entre lo estructural y lo cotidiano, entre lo colectivo y lo individual, entre el tiempo largo y el acontecimiento (Braudel, 1984; 1987)). Desde el punto de viste de la amplitud espacio- temporal, en sus investigaciones apostó por el tiempo largo como aquel que permite comprender, finalmente, las coyunturas y los acontecimientos históricos. Ello se expresó en su contribución al desarrollo de los tiempos en la historia: el tiempo de larga duración, o estructural; el tiempo de duración media, o coyuntural y el tiempo de corta duración, o el acontecimiento. 

La historia y la Historia según Braudel 

 Muchas veces suele pasarse por alto que la historia que escriben los historiadores es parte consustancial de su biografía. Los escritos expresan muchas veces, o casi siempre, el mundo interior de éstos. Los temas que se escogen, el tratamiento que se les da y hasta la dedicación que se pone en el desarrollo de los temas suele ser revelador del mundo interior y de las vivencias del historiador. Braudel no fue la excepción a esta observación, incluso fue un buen ejemplo de ello. 

 La visión de la historia de Braudel se va a nutrir de sus iniciales experiencias. Durante su niñez, en las visitas que de niño realizaba a sus familiares, campesinos de la región de Lorraine (Ruíz Martín, 1999). Posteriormente sus viajes a Argelia y a Brasil marcarían su visión de la historia como una donde coexisten diversos ritmos, velocidades y espacios geográficos. Su viaje a Argelia significó el descubrimiento del mediterráneo, del mar que de una u otra forma había sellado los destinos de Europa y de su relación con África y Asia, y que lo llevarían a escribir su obra más ambiciosa El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. Argel, la capital de Argelia, enfrentó a Braudel ante un espectáculo y una experiencia de vida que lo hará comprender la manera en que la geografía y el hombre interactúan. Paseos a camello, visitas a oasis, las palmeras y la arquitectura de las casitas blancas, tan distintas de las de París y de la vida campesina que conoció durante su niñez lo marcarían profundamente y, acaso, sellarían su destino como el gran historiador del Mediterraneo. Su posterior baje a Brasil, otra vez como profesor, le permitió conocer Río de Janeiro y Bahía, entre otras zonas, tomando contacto con una realidad diversa y palpitante que iba desde las grandes plantaciones de café hasta la bien conservada arquitectura barroca. Esas impresiones marcarían a Braudel y, probablemente, le hicieron comprender que lo social es integral, que es un continuo devenir y no un efímero episodio. 

Otra experiencia que marcaría la vida de Braudel y que marcó el derrotero que siguió al escribir su magna y monumental obra fue el cautiverio, bajo de control nazi, que debió padecer durante la segunda guerra mundial (1940-1945). Su confinamiento en un campo de concentración cercano a Lübeck, norte de Alemania, no le impidieron llevar adelante la redacción de su obra, sin más recursos y acceso a sus fuentes que su prodigiosa memoria. Sobre la influencia de la segunda guerra mundial en Braudel, Canto (2012, 161) menciona:

 La Segunda Guerra Mundial influyó en la teoría de Braudel al inspirarle su más grande aportación: las tres duraciones, pues al caer prisionero y comprobar que este conflicto −que estalló en un momento económicamente crucial− envolvía países descendientes de los antiguos reinos mediterráneos, descubre que tres duraciones se mueven en el tiempo: un ritmo largo ha formado desde mucho atrás a las potencias mediterráneas, una velocidad media hace que regresen cíclicamente las crisis económicas, y una corta duración lo ha hecho a él reo de su presente.

 

Estas experiencias se verían intelectualmente vivificadas por los planteamientos de Marc Bloch y Lucien Febvre, que anunciaban una revolución intelectual en la forma de ver la historia. Estos planteamientos se pueden sintetizar en los siguientes puntos (Canto, 2012, 157- 158): (…) 


Fevbre y Bloch −maestros de Braudel a su regreso de Argelia− habían dado tres principales postulados que más tarde recogería nuestro autor, exponiéndolos en su Mediterráneo. El primer postulado de Bloch y Fevbre asegura que la historia es una ciencia con una teoría y métodos propios, que estudia las diversas creaciones de los hombres de todos los tiempos, y que no puede reducirse solamente a la “historia política del acontecimiento” (Braudel, 1987, vol. II: 335); la segunda afirmación de los fundadores de esta Nueva Historia insiste que esta ciencia debe estudiar todos los elementos de un espacio y de un tiempo determinados con tal de descubrir la manera en que estas condiciones humanas se armonizan y se relacionan; y por último −el postulado más polémico− hace un llamado a los historiadores contemporáneos a modernizar los métodos concretos de la ciencia histórica a través de una colonización de sus vecinas: las demás ciencias; en palabras de Fevbre, “volver a la Historia la reina de las ciencias sociales” (Braudel, 1987, vol. II: 794). 


Los planteamientos teóricos de Bloch y Fevre le permitieron a Braudel reorganizar sus experiencias, otorgándole el corpus teórico y la seguridad para escribir su gran obra sobre el Mediterráneo. Pero, también, para tener el atrevimiento de ir más allá que sus maestros y plantear su idea de los tiempos en la historia, acaso su contribución más importante. La influencia de Bloch y Fevre pusieron a disposición de Braudel una acabada síntesis de los desarrollos más recientes de las ciencias humanas y de una postura crítica de vanguardia respecto de lo que en aquellas ciencias se había logrado hasta ese momento. Le impregnaron de la convicción de que la Historia era capaz de superar su atraso valiéndose de la influencia de otras ciencias, de sus perspectivas y desarrollo metodológicos. 

La Historia, hasta antes del intento renovador de Bloch y Fevre, se movía, fundamentalmente, entre la descripción de acontecimientos o hechos importantes y la interpretación rígida de la historia, desde una historiografía marxista que ya mostraba, en líneas generales, signos de anquilosamiento y de una disposición meramente deductiva. Frente a ello, Braudel se compromete con la línea de renovación trazada por los fundadores de Annales. 


Para Braudel, a diferencia del enfoque materialista histórico, la historia no está condicionada por las relaciones económicas. El conjunto de las relaciones sociales no puede ser explicado, siempre y en última instancia, por lo económico. Considera que los fenómenos sociales responden a un amplio y complejo conjunto de factores, todos ellos relacionados entre sí y cuya separación metodológica solo lleva a visiones sesgadas y parciales sobre el pasado. Sin embargo, es importante observar que al plantear que el acontecimiento es la espuma que se forma en el mar de la historia, nos está dejando en claro que no concibe la historia como un conjunto de actos puramente individuales, sino, más bien, como que las acciones sociales individuales se inscriben en una dinámica social de la cual el propio agente no es consciente. Al respecto, Braudel (2002, 5) mencionó: 

Quise empezar por las inercias, a primera vista una historia oscura y fuera de la conciencia clara de los hombres, que en este juego son bastante más pasivos que activos. Es lo que trato de explicar mejor o peor en el primer volumen de mi obra, que yo había pensado titular en 1967, con ocasión de su primera edición, Lo posible y lo imposible: los hombres frente a su vida cotidiana, título que cambié poco después por el de Las estructuras de lo cotidiano. ¡Pero qué más da el título! El objeto de la investigación está tan claro como el agua, si bien esta búsqueda resulta aleatoria, plagada de lagunas, trampas y posibles errores. En efecto, todos los términos resaltados —inconsciente, cotidianeidad, estructuras, profundidad— resultan oscuros por sí mismos. Y no puede tratarse, en este caso, del inconsciente del psicoanálisis, pese a que éste también entra en juego, pese a que quizás haya que descubrir un inconsciente colectivo, cuya realidad tanto atormentó a Carl Gustav Jung. Pero es poco corriente que este tema tan amplio sea abordado, a no ser en sus aspectos laterales. Aún está esperando a su historiador. 


Esta idea del inconsciente en la historia; sin embargo, se diferencia de la concepción marxista y del psicoanálisis. Del primero lo separa la idea del progreso. Marx, como hegeliano, consideraba que el desarrollo de las contradicciones en la historia generaba su correlato en la comprensión del pasado. La racionalidad de los tiempos presentes, produce la irracionalidad de las formas anteriores; pero también genera que el pasado pueda ser mejor comprendido desde el presente. En la medida en que para Marx el proletariado es la clase que va a llevar a cabo una revolución, que va acabar con la sociedad de clases, su comprensión del pasado se convierte, en líneas generales, en la visión definitiva de la realidad, en la ciencia de la que nos habla Hegel en su prólogo a la Fenomenología del espíritu. Al respecto, Braudel (1970, 83-84), sostuvo que: 
 

La historia inconsciente es, claro está, la historia de las formas inconscientes de lo social. «Los hombres hacen la historia pero ignoran que la hacen»22. La fórmula de Marx esclarece en cierta manera, pero no resuelve, el problema. De hecho, es una vez más, todo el problema del tiempo corto, del «microtiempo», de los acontecimientos, el que se nos vuelve a plantear con un nombre nuevo (…) 


Braudel no tuvo la convicción en la inevitabilidad de la revolución proletaria, por tanto, no cree que exista una visión definitiva del pasado generada por las contradicciones sociales que ha llevado a la sociedad a su última etapa en cuánto a una sociedad de clases. Es más, no manifiesta interés alguno por revelarnos la historia como la dinámica de la lucha de clases. No es que Braudel desconfíe de la dialéctica, lo que ocurre es que percibe la dialéctica como un conjunto de fenómenos que se produce en muchos sentidos, pero, principalmente, entre el tiempo largo y el tiempo corto. 

De hecho, para Braudel, las sociedades complejas están formadas por jerarquías diversas cuyas relaciones están marcadas por oposiciones compromisos y alianzas (Braudel, 2002).Tampoco está pensando en el psicoanálisis, pues no cree que ese inconsciente esté fuera del alcance de nuestra conciencia. Al contrario, consideraba que el inconsciente en la historia es un problema que puede ser resuelto metodológicamente, pues la inconciencia no se produce por una incapacidad psicológica o histórica para comprender los fenómenos, sino porque ellos responden a tiempos muy largos, que acaso, pasan inadvertidos por los agentes sociales ya que se han convertido en costumbres, tradiciones y prácticas sobre cuyo origen no hay registro en la mente humana por la brevedad de la vida. Al respecto, Braudel (1970, 84), menciona: 

Añadamos que la historia «inconsciente» —terreno a medias del tiempo coyuntural y terreno por excelencia del tiempo estructural— es con frecuencia más netamente percibida de lo que se quiere admitir. 


Toda la dinámica social, para Braudel, se inscribe en lo histórico. En ello acusa una influencia de la escuela sociológica francesa, del marxismo, así como de la escuela historicista alemana. Durkheim, Marx, Sombart y Weber fueron referencias sobre cuyos enfoques y obras Braudel construirá su propuesta teórica e historiográfica. 

Concordó con Durkheim en que las sociedades tienen estructuras que deben ser develadas y que lo individual responde, en última instancia, a dichas estructuras. Identifica, precisamente, que dichas relaciones permanentes, condicionadas por realidades diversas, que involucran no solo el medio cultural sino también el social, le dan sentido a la historia y, por ello, deben ser mostradas. Por ello, apuesta por el tiempo largo en la historia. 

Con Marx estará de acuerdo en que los agentes sociales no comprenden los procesos históricos de los que son parte; pero difiere de la idea de progreso del marxismo y la periodificación esclavismo- feudalismo- capitalismo por considerarla muy rígida y alejada de los hechos. Sin embargo, Braudel (1970, 103) sostiene que el análisis de larga duración puede revivificar el marxismo anquilosado: 

(…)El genio de Marx, el secreto de su prolongado poder, proviene de que fue el primero en fabricar verdaderos modelos sociales y a partir de la larga duración histórica. Pero estos modelos han sido inmovilizados en su sencillez, concediéndoseles un valor de ley, de explicación previa, automática, aplicable a todos los lugares, a todas las sociedades; mientras que si fueran devueltos a las aguas cambiantes del tiempo, su entramado se pondría de manifiesto porque es sólido y está bien tejido: reaparecería constantemente, pero matizado, unas veces esfumado y otras vivificado por la presencia de otras estructuras, susceptibles, ellas también, de ser definidas por otras reglas y, por tanto, por otros modelos (…). 


Braudel, de esta manera, nos invita a pensar en que la obra de Marx en el desentrañamiento de la realidad social, en el esclarecimiento del tiempo largo, pueda ser abordado a partir de otros modelos, que si bien no pertenecen a la tradición marxista, pueden contribuir a esclarecer la historia de la sociedades. El historiador francés nos previene de que el marxismo haya sido fosilizado por quienes se sientes sus seguidores y, acaso, sus exégetas, al sostener que “casi puedo añadir que el marxismo actual me parece ser la imagen misma del peligro que ronda a toda ciencia social, enamorada del modelo en bruto, del modelo por el modelo.” (Braudel, 1970, 104) 

De Sombart toma la idea de un capitalismo que debe ser analizado históricamente y no solo teóricamente. Concordó con el economista alemán que es preciso partir de una investigación heurística sólida, desde una base empírica y un análisis inductivo. 
 
Se sentirá cercano a Weber en cuanto al rechazo del determinismo económico marxista y la aceptación de otros factores en el desarrollo de las sociedades; pero le criticará a este la exagerada valoración de la ética religiosa, especialmente del puritanismo, en el desarrollo del capitalismo en los Paises Bajos, pues no se condicen con la información empírica. 

Su mayor contribución a la Historia fue la idea de los tiempos en la historia. Partiendo de un enfoque estructuralista sostuvo que existen tres tiempos: el tiempo de larga duración, o estructural: el tiempo de duración media o coyuntural y el tiempo de corta duración o acontecimiento. Este desarrollo teórico se produjo en el marco del esfuerzo de los fundadores de Annales, Marc Bloch y Lucien Febvre por integrar la economía, la geografía, la demografía y las ciencias sociales a la reflexión histórica. Así, la geografía, la demografía, la biología y la antropología le proveyeron de la idea del tiempo largo; la teoría de los ciclos económicos le sirvió como fuente de inspiración para pensar en el tiempo medio; mientras que la Historia misma le daba la idea del acontecimiento, pero que quedaba engarzado a los grandes procesos sociales por la influencia de la sociología (Le Petit, 1995).

De esta manera, Braudel va a ser, en cierto sentido, el historiador que va a proseguir la tarea sintetizadora de Boch y Febvre. Como historiador, su apego al dato y a la construcción inductiva del discurso histórico lo hará rechazar muchos de los presupuestos hegelianos del marxismo, como fueron la idea de la racionalidad en la historia y la idea de progreso. 

El problema del capitalismo 
 
La investigación de Braudel sobre el capitalismo, según mencionó el propio Braudel, le fue “amistosamente impuesta” por Lucien Febvre, en 1952. Ello se dio en el marco de una obra de historia general que proyectaba Febvre, Destins du Monde, en la que el propio Febvre escribiría; sin embargo, su muerte, en 1956, impidió de forma definitiva que aquella parte de la obra viera la luz. 

La visión de Braudel sobre el capitalismo se mueve sobre su teoría tripartita del tiempo histórico. Sostuvo, fundamentalmente, que el capitalismo fue posible en virtud de ciertas condiciones preexistentes, ligadas a la llamada vida material y al desarrollo de la economía de mercado , ambas, sobre cuyas bases pudo ser posible la aparición del capitalismo. Al respecto Braudel (2002,26), sostuvo lo siguiente: 

Si de ordinario no se hace una distinción entre capitalismo y economía de mercado es porque ambos han progresado a la vez, desde la Edad Media hasta nuestros días, y porque se ha presentado a menudo al capitalismo como el motor y la plenitud del desarrollo económico. En realidad, todo se sostiene sobre los anchos hombros de la vida material: si ésta crece, todo va hacia adelante; la economía de mercado crece también a su costa y amplía sus relaciones (…). 


Braudel, a partir de datos empíricos, y tomando como punto de partida las aportaciones de la escuela historicista de economía alemana, especialmente el trabajo de Sombart, El capitalismo moderno, nos ofrece una crítica de la visión económica liberal, en la que la acción de los individuos puede explicar el desarrollo del capitalismo. Esta crítica se enmarca en la concepción de Braudel sobre el individuo: el individuo es tal en lo social. En ese marco es que se puede entender la crítica de Braudel a Schumpeter, al decir que “(…) No creo que Joseph Schumpeter tenga razón cuando hace del empresario el deus ex machina (…)” (Braudel, 2002, 26-27) 

Su enfoque estructuralista, que rechaza las explicaciones de los grandes procesos sociales como resultado de la acción de los individuos, se hace patente cuando sostiene “ (…)Creo con firmeza que es el movimiento de conjunto el que resulta determinante, y que todo capitalismo está hecho a la medida, en primer lugar, de las economías que le son subyacentes” (Braudel, 2002, 27). 
 
En este sentido, Braudel se siente lejano de la visión liberal y neoliberal de la economía. Sin embargo, también difiere del marxismo en cuanto a su teoría de los modos de producción. Rechazó el esquema marxista de esclavismo, feudalismo y capitalismo. Sostiene que el capitalismo, pese a su expansión, coexiste con formas pre-capitalistas, incluso que promueve formas de explotación pre-capitalistas, como fue el caso de África y gran parte de Asia. Esta idea le permitió a Braudel manejar una idea del desarrollo económico capitalista que no se circunscribe a lo temporal, sino que también adquiere una dinámica espacial, pues plantea que todo desarrollo capitalista tiene un centro, una zona intermedia y una periferia. Dentro del esquema de Braudel el centro se enriquece a costa de la periferia y las zonas intermedias. 
 
Este complejo sistema, en el cual las relaciones capitalistas coexisten con relaciones pre-capitalistas fue llamado por Braudel “Economía-mundo”. Es preciso observar que para Braudel la economía mundo no es la economía mundial, sino un concepto que sirve para entender los polos de desarrollo y las áreas de influencia de las civilizaciones a lo largo de la historia (Braudel, 2002). 
 
Aquí Braudel tiene, sustancialmente, similitudes con Inmanuel Wallerstein, quien, precisamente, inspirado en Braudel, toma el concepto de “economía- mundo” para entender la dinámica del capitalismo. Sin embargo, la diferencia radica en que para Braudel las economías-mundo se han dado dentro y fuera de Europa; mientras que para Wallerstein son un producto europeo que tiene su inicio en el siglo XVI (Braudel, 2002). Al respecto, Korol (1989, 28), menciona lo siguiente: 

Para Braudel, en cambio, la economía-mundo y el capitalismo no son una creación del siglo XVI. Braudel extiende el marco temporal que cubre ambos conceptos al mismo tiempo que los flexibiliza. Aunque prefiguraciones de economía mundo pueden encontrarse ya en Fenicia o en Cartago, surgirá claramente recién en la Europa de cambiantes predominios urbanos del siglo XI. Esa economía se construirá al ritmo del "tiempo del mundo": las tendencias seculares, la coyuntura, los ciclos (desde los estudiados por Kondratieff, hasta los estudiados por Labrousse). No obstante las diferencias, algunas de las preguntas que sugiere el trabajo de Wallenstein se aplican también al de Braudel. 


Con respecto a la idea del centro y periferia que implica la tesis de Braudel sobre la economía-mundo, encontramos coincidencias con la visión de la llamada teoría de la dominación- dependencia, desarrollada desde la década de 1950 por parte de diversos intelectuales, entre los que destacan los latinoamericanos Prébisch, Cardozo, Faletto y Dos Santos; pero también no latinoamericanos, como André Gunder Frank, Samir Amin y Giovanni Arrighi, entre otros, para entender la dinámica del capitalismo contemporáneo y para explicar la manera en que las interacciones entre el centro y la periferia generan mayores niveles de dependencia y atraso por parte de la periferia de lo que Braudel llamó la economía-mundo. Al respecto Dos Santos (1998) sostiene que: 

(…) La teoría de la dependencia buscó depurar este esquema reanalizando la teoría del imperialismo desde los tiempos de su formación con Hilferding, Rosa Luxemburgo, Hobson, Lenin y Bukharin. André Gunder Frank (1991) llama la atención hacia estos trabajos de análisis del sistema mundial que toman su forma sobre todo a inicios de la década del 70 con Amin (1974), Frank (1978, 1980 y 1981), Dos Santos (1970 y 1978) pero que adquiere realmente una gran relevancia con la obra de Immanuel Wallerstein (1974, 1980, 1989), que desarrolla la tradición de Fernand Braudel (1979). Todo esto ha sido objeto de una amplia discusión (4). 


El enfoque del capitalismo aportado por Braudel, de esta forma, ha enriquecido los debates neo-marxistas con respecto a la expansión del capitalismo en las llamadas regiones periféricas. Muchas de estas aportaciones se han dado a través de la influencia que su pensamiento tuvo en Wallerstein. Sin embargo, sus enfoques teóricos no agotan sus posibilidades en el entendimiento de la dinámica centro-periferia pues pueden ser llevados, también para comprender de mejor manera los procesos de modernización y la permanencia de estructuras pre-modernas en América Latina, África y Asía. 






 Bibliografía

Braudel, F (2002) La dinámica del capitalismo. Breviarios. Fondo de Cultura Económica. México.                           (1987) El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. Tomo II. Fondo de Cultura Económica. México. 
                   (1984) Civilización material, economía y capitalismo, siglo XV- XVIII. Tomo I. Alianza Editorial. Madrid. 
                   (1970) La Historia y las Ciencias Sociales. Alianza Editorial. Madrid. 
Canto, E. Un texto en tres duraciones: Braudel y El Mediterráneo, en Temas Antropológicos, Revista Científica de Investigaciones Regionales, volumen 34, número 2, 2012, Universidad Autónoma de Yucatán, ISSN 1403-843X, pp. 155-178. 
Dos Santos, T (1998) La teoría de la dependencia un balance histórico y teórico. En López,F (ed.) Los retos de la globalización. Ensayo en homenaje a Theotonio Dos Santos. . UNESCO, Caracas, Venezuela. Disponible en la World Wide Web: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/unesco/santos.rtf 
 Le Petit, B (1995), La larga duración en la actualidad, en Segundas jornadas braudelianas: Instituto Mora/Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). México. 
Ruiz Martín, F (1999), “Prólogo”, en Braudel, F. Carlos V y Felipe II, Ciudad de México: Alianza Editorial, 7-29. 
Korol, J. C. (1989) El mundo según Braudel. Boletín de Historia Social Europea (1), 27-31. En Memoria Académica. Recuperado de: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.2408/pr.2408.pdf

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