Hacia una revisión del enfoque constructivista: una visión de cambio social



Por: Daniel Iván Loayza Herrera

I. Neo-liberalismo, reformas estructurales y la concepción individual del hombre

La llegada al Perú del enfoque constructivista coincidió en nuestro país con el impulso que adquirió el llamado discurso neo-liberal. La crisis por la que paso nuestro país, caracterizada por el problema de la deuda externa, la inflación acelerada, los negativos índices de crecimiento económico y la reducción del ingreso real de los sectores populares llevó a un agotamiento de las propuestas redistributivas, tan en boga en las décadas de los setenta y ochenta.

El discurso neo-liberal, en éste contexto, entra fortalecido a través de varias ideas fuerza, como fue la privación de la educación, todo ello dentro de un marco de reformas estructurales impulsadas desde el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio, entre otras.

En realidad dentro de esta oleada reformista se cobijaban planteamientos ideológicos fundamentales. El principal de ellos fue el considerar en primer plano a lo individual antes que a lo social. El sentido de la condición individual del hombre es la base del pensamiento liberal y el que permite, a partir de ahí, entender la lógica de los mercados libres solo regulados por las fuerzas de la oferta y la demanda.

II. La concepción liberal sobre el hombre y su relación con la nueva concepción el aprendizaje que se difundió a partir de los noventa

Durante los noventa nuestro país, dentro el marco e las reformas estructurales, buscó reorientar la educación para adaptarla al nuevo contexto nacional e internacional. No escasearon las misiones extranjeras y las capacitaciones para lograr este objetivo, como fue el caso del llamado PLANCAD y el PLANGED.

Los nuevos paradigmas educativos provenían de investigaciones independientes, y muy anteriores en el tiempo, a las pretensiones neo-liberales de los organismos multilaterales en los noventa. Estos habían sido forjados fundamentalmente por Piaget, Vigotsky y Ausubel.

Para estos estudiosos del proceso cognitivo, el aprendizaje era un proceso de construcción e iba mucho más allá de la simple repetición de la información. Es un proceso en el cual se crean nuevas estructuras conceptuales. Sin embargo, los autores mencionados estaban marcados por notorias diferencias y matices.

Piaget, dentro de su concepción sobre el proceso de aprendizaje privilegiaba el rol de la individualidad. Lo entendía como parte del proceso de maduración neuronal y destacaba el papel del conflicto cognitivo en este proceso. Vigotsky, por otro lado, privilegiaba el rol de la transmisión cultural, básicamente del lenguaje, en el proceso de aprendizaje, además de destacar el papel que el maestro cumplía en la llamada zona de desarrollo próximo. Por otro lado, Ausubel sostenía que el aprendizaje deseado debía ser el llamado “significativo” y que el podía ser alcanzado aún cuando necesariamente no fuera por descubrimiento.

La versión el llamado constructivismo que llegó al Perú fue la Piagetiana. Esta, partiendo del papel de la individualidad en el proceso de aprendizaje, buscó castrar de la educación peruana el papel que debe cumplir el conocimiento e identificación que los estudiantes deben tener con respecto a la problemática social de su entorno y de su país en su conjunto. La educación, como nunca antes, busco disociar lo que sucede dentro del aula de clase con aquello que pasa fuera. Esto por supuesto dentro de un contexto represivo a nivel político e ideológico que asociaba crítica social con subversión terrorista.

Por supuesto que esta lectura del constructivismo en nada atañe a Piaget, que por lo demás no pretendió extraer de sus estudios ninguna visión educativa en particular, era simplemente la teoría que mejor podía ser manejada de acuerdo a los intereses de un nuevo modelo que se imponía sin ninguna discusión y con la mayor de las ortodoxias.

Se entendió el aprendizaje como un complejo que involucraba tres elementos: lo conceptual, procedimental y actitudinal. Esta concepción que así planteaba no es negativa, sino al contrario, puesto que propone un aprendizaje que involucra procesos cognitivos más complejos en los estudiantes; fue políticamente conducida, puesto que redujo lo procedimental a las actividades y/o tareas que los estudiantes realizan dentro del aula y no fuera de ella, mientras que lo actitudinal quedó rezagado a las actitudes que muestran dentro del proceso de aprendizaje individual o cooperativo. Otro elemento que es digno destacar fue el planteamiento de un maestro que se circunscribiera a ser un simple facilitador, postura nacida de la concepción del aprendizaje como un resultado fundamentalmente individual, y que en realidad buscaba eliminar la influencia ideológica de los maestros sobre sus alumnos, que por demás se conocía eran mayoritariamente contrarios al modelo neo-liberal que se imponía monolíticamente.


III. Hacia un nuevo enfoque del constructivismo

Ante esta versión conservadora del constructivismo, traída con el neo-liberalismo a partir de los noventa, que se esconde al interior de las propuestas innovadoras nacida de los estudios de Piaget, Vigotsky y Ausubel, planteamos una nueva forma de entender el constructivismo. Consideramos que, partiendo de los trabajos de Vigotsky, se debe entender el aprendizaje como un proceso socio-cultural que nace de la relación del individuo con el mundo que lo rodea. Esto implica que no se debe disociar el aprendizaje con la práctica social en su conjunto, con las acciones sociales que se emprenden dentro y fuera del aula.

El desarrollo conceptual en el alumno no puede ni debe ser entendido simplemente como la posibilidad de criticar conceptualmente teorías. Debe entenderse como un fenómeno que va más allá del trabajo de aula. Si el desarrollo de lo conceptual no se orienta a las prácticas sociales fuera el aula, sólo queda a nivel teórico cuando en realidad deben orientarse a la conducta el alumno en el conjunto de la sociedad.

Es importante que el aspecto procedimental sea entendido como un fenómeno que va mucho más allá de las actividades en la sesión de aprendizaje en el aula, que se comprenda como las actividades que se realizan fundamentalmente fuera del aula (objetivo primigenio de la educación) en el proceso de transformación y mejora de las condiciones sociales de vida.

Lo anteriormente expresado implica que el aspecto actitudinal sea entendido como el resultado de la identificación y el compromiso con la problemática social que se vive en el conjunto de la sociedad y no solamente con aquellas propias de la sesión de aprendizaje.

Esta nueva forma de entender lo conceptual, procedimental y actitudinal es la que hará posible que el aprendizaje se oriente a la actividad práctica del alumno en sociedad, orientando de esta manera, las acciones sociales, que son el auténtico objetivo de la educación.








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