Los orígenes de la sociología
Por: Daniel Loayza Herrera
La ilustración
La sociología, como ciencia
social que estudia las relaciones
sociales y los fenómenos sociales, se remonta al siglo XIX. Sin embargo, las
primeras reflexiones sobre la condición social del hombre las encontramos en la
obra del pensador griego Aristóteles. Aristóteles fue quien primero estableció
el carácter social del hombre al plantear que el ser humano es un “zoom
politikon”, es decir un animal que vive en la polis, en la ciudad, con sus
semejantes.
La preocupación del ser humano
por las relaciones sociales y su importancia en la vida humana fue retomada a
partir de la ilustración (s. XVIII). La ilustración es aquella corriente de
pensamiento caracterizada por el abordaje de la realidad a través de la razón.
Los representantes de la corriente ilustrada consideraban que la realidad era
racional, que obedecía a leyes y que estas solo podrían ser comprendidas si la
realidad era abordada desde la razón. Al interior de esta concepción destacan
innumerables aportes filosóficos, provenientes de diversas tendencias y
regiones de Europa, como fueron los casos de Francis Bacon, Hume y Locke (Reino
Unido); Descartes (Francia). Spinoza (Paises Bajos) y Kant (Prusia). Pese a las
diferencias en la manera en que aquellos representantes veían el problema del
conocimiento, todos ellos estaban de acuerdo en que la realidad era racional,
obedece a ciertas leyes y principios y que el pensamiento racional es capaz de
desentrañar aquellas fuerzas que operan en la naturaleza.
Sin embargo, la ilustración no se
limitó al pensamiento filosófico sino que recaló en la reflexión social y
política. El siglo XVIII, especialmente en Francia, estuvo marcado por la
ebullición del pensamiento social y político. Figuras como Rousseau, Voltaire y
Montesquieu hicieron una crítica demoledora al sistema absolutista. Si bien no
se manifestaron en contra de la monarquía sí lo hicieron en contra de que el
poder monárquico no tuviera contrapesos y que no se sustentara en el consentimiento
de la población (contrato social) o en la división de poderes.
El fundamento último de la
crítica al sistema absolutista radicó en la consideración de que todos los
hombres compartes una misma esencia: la razón. La razón significaba, a nivel social,
la capacidad de decidir y discriminar entre lo bueno y lo malo. Esto es que
todos los hombres pueden decidir y, por tanto, tienen el derecho de hacerlo.
Este fue el sustento de la idea rousseoneana del “Contrato social”, como
acuerdo entre los individuos que forman una sociedad para decidir cuáles son
los principios sobre los que organizarán la sociedad y quién los va a gobernar.
Estos planteamientos ilustrados fueron la fuente de la idea de la “soberanía
popular.
Las trasformaciones sociales del siglo XVIII
Durante el siglo XVIII se dio
inicio a la primera revolución industrial. Esta estuvo caracterizada por el
vertiginoso desarrollo de los sistemas productivos a partir de la introducción
de máquinas en la fabricación de diversos bienes. La manufactura artesanal
cedió su lugar a la producción industrial. El telar mecánico, inventado en
1711, dio inicio a una serie de inventos que revolucionaron la industria y el
transporte, este último representado por el ferrocarril a vapor. Inglaterra fue
la primera nación del mundo que experimentó estas rápidas transformaciones, no
solo técnicas, sino también sociales.
Desde la perspectiva social se
aprecia el desarrollo acelerado del proletariado industrial y el
enriquecimiento de la burguesía. La pérdida de poder por parte de los
terratenientes y la migración masiva de población rural hacia las ciudades.
Este proceso trajo una acelerada marginalización de grandes cantidades de
población proletaria inglesa, la cual vivía en condiciones de explotación. La
mayor parte del proletariado laboraba entre catorce y dieciséis horas diarias,
carecían de seguro médico, vacaciones, gratificaciones y pagos por horas
extras. Generalmente habitaban en suburbios que no contaban con servicios
públicos elementales.
Aquellas condiciones de
explotación contrastaban con las mejoras sustantivas en el nivel de vida y la
riqueza de la nueva burguesía industrial, pujante y cada vez más influyente en
el mundo de la política y los negocios. Inglaterra, a partir de ese momento se
dispuso a consolidarse como potencia económica mundial colonialista. El
colonialismo fue la respuesta a la necesidad de asegurarse mercados y materias
primas para su cada vez más poderosa industria.
La condición de los obreros no
pasó inadvertida para los pensadores de la época. Muchos como Saint Simón,
Fourier y Owen buscaron dar respuesta y solución a las condiciones de inequidad
que imperaban en la sociedad industrial. Cada uno de ellos, agrupados en el
llamado socialismo utópico, buscó la manera de crear organizaciones sociales
alternativas a la existente, que condujeran al fin de la explotación. Pese al
fracaso de las propuestas de cada uno de ellos había algo que quedaba claro: el
orden social no es un orden natural, sino un orden social, humano e histórico y,
por tanto, es posible que se pueda diseñar un nuevo orden social pues este no
es una fatalidad.
Las transformaciones políticas
La revolución norteamericana fue
la primera experiencia republicana de la historia (1776). Sus alcances y
consecuencias llegaron hasta el continente europeo, en especial Francia, este
último activo colaborador de las fuerzas de la independencia norteamericana por
su rivalidad con los ingleses. Sin embargo, entre los hombres que condujeron la
libertad de las trece colonias y Francia había mucho más que el compartido
rechazo a los ingleses. Tanto Washington, como Jefferson, Adams y Franklin
estaban imbuidos del pensamiento de la ilustración, de un racionalismo político
opuesto al absolutismo y favorable a la igualdad de los ciudadanos.
La revolución francesa, de 1789, fue
la expresión del pensamiento ilustrado. Significó el fin del absolutismo
monárquico en Francia, la igualdad de los ciudadanos, la pérdida de poder por
parte de los terratenientes y de la iglesia. Finalmente, la opción republicana
se impuso no sin los avatares propios de un contexto en los que las monarquías
europeas decidieron conformar coaliciones con el fin de hacer abortar sus
logros. Sin embargo, más allá de la presencia de Napoleón Bonaparte en la
política francesa y europea, desde 1799 hasta 1815, algo había quedado claro:
que las transformaciones sociales podían operarse desde la razón y que la
sociedad podía ser transformada de manera consciente.
El convulsionado siglo XIX: Augusto Comte, la “Física Social” o sociología
y el positivismo.
Para el siglo XIX se había
consolidado la revolución industrial y muchas de las transformaciones nacidas
de la revolución francesa. Existía una plena confianza en la razón como medio
para transformar el mundo. A la par de este proceso, el malestar del
proletariado iba en aumento, como consecuencia de las condiciones de
explotación en las cuales estaba sumido. Es decir, todo indicaba que la
revolución burguesa, ocurrida a partir de 1789 en Francia, era insuficiente
para satisfacer las demandas de una nueva clase social: el proletariado
industrial.
En 1830 estalló una revolución en
Francia que se extendió por diversos países de Europa y que tuvo en algunos
países un cariz nacionalista y en otros disgreacionista. Fueron revoluciones
dirigidas por la burguesía nacional de varios países (Francia, Bélgica,
Polonia, Austria, etc). Fue parte de un ciclo revolucionario iniciado en España
en 1820 y a la cual le seguiría la llamada revolución de 1848. Fue,
precisamente, la revolución de 1848 la primera en la que el proletariado
participó activamente enarbolando sus propios intereses como clase social con
intereses definidos.
Fue en este contexto de
convulsión social en que aparece la figura de Augusto Comte. Comte es
considerado e fundador de la sociología y del positivismo. Fue en 1837 que
acuño el término sociología para referirse a la necesidad de crear una ciencia
social que estudie a la sociedad, que desentrañe sus leyes, de la misma forma
en que la Física lo hacía con respecto a la materia. La sociología fue pensada,
en sus inicios, como una “Física social”, orientada a conocer científicamente a
la sociedad, con el fin de poder transformarla y evitar el malestar reinante.
Comte, bajo influencia de Saint
Simon, de quien su secretario personal, concibió la idea de una ciencia que se
emancipara de toda especulación filosófica, de toda metafísica. Esta nueva
ciencia debería basarse en aquello que puede ser observado, medido y
comprobado. Los hechos que son pasibles de conocimiento a través de la
observación, medición y comprobación fueron denominados hechos positivos.
A esta nueva filosofía del
conocimiento la denominó “Positivismo”. Pese a que este nuevo pensamiento era
una filosofía, Comte sostuvo que el pensamiento teológico, que atribuye los
acontecimientos de la naturaleza y la sociedad a la acción divina; así como el
pensamiento especulativo filosófico que no se basa en la inducción, en el
análisis de los hechos positivos, corresponden a etapas ya superadas del
conocimiento. Planteadas así las cosas, la sociología, propuesta por Comte,
buscaría un conocimiento plenamente objetivo y científico de la realidad
social. La ciencia debería ser el nuevo, único y definitivo paradigma del
conocimiento.
Sin embargo, Comte no realizó
avances concretos en la creación y consolidación de la sociología como ciencia.
Quienes ofrecieron los fundamentos de la sociología científica fueron,
básicamente, tres pensadores, cada uno desde distintos puntos de partida: Karl
Marx, Emile Durkheim y Max Weber.
Karl Marx (1818-1883)
Marx fue un abogado, filósofo y
economista alemán. Fundador, junto con Friedrich Engels, del materialismo
histórico. En su juventud estuvo fuertemente influenciado por la filosofía
idealista de Friedrich Hegel. A la negó, posteriormente, a partir de la crítica
materialista de la filosofía hegeliana desarrollada por Ludwig Feuerbach.
Marx fue, además de un
intelectual, un hombre que dedicó su vida a proveer al proletariado industrial
de una concepción del mundo que le permitiera superar el capitalismo y pasar al
socialismo y luego al comunismo. Si bien es cierto que nunca se consideró un
sociólogo sus aportaciones a la sociología, a través de lo que llamó el
materialismo histórico han tenido una enorme influencia en el desarrollo de la
sociología y, en general, de todas las ciencias sociales, hasta la actualidad.
Consideraba que los fenómenos
sociales eran, ante todo, fenómenos históricos, que es en la historia en que se
despliega la acción humana, praxis transformadora de la naturaleza y de la
sociedad. Esa praxis humana comprende todas las esferas de la acción humana,
sin embargo, de entre ellas destaca el trabajo como inicio, no solo de toda
presencia propiamente humana, sino, además, como sustento de todas las demás
formas de vida social ( familia, política e ideología).
La economía, entendida como la
práctica social destinada a la transformación de la naturaleza y como el
conjunto de las relaciones productivas y de intercambio que dan sustento a la
sociedad era, para Marx, el sustento de todas las formas sociales existentes.
Así, Marx diferenció claramente a las relaciones económicas de todas las otras
formas de vida social. La economía era la esencia y las otras formas de vida
social (parentesco, política, religión e ideas de todo tipo) eran la forma
específica que estas formas adquirían dentro de cada social y que le eran
específicas.
Identificó que las condiciones de
explotación del proletariado eran consustanciales al modo de producción
capitalista y que ellas no podrían ser superadas mientras no se abolieran las
relaciones capitalistas y burguesas a través de la llamada “lucha de clases”.
Para Marx la lucha de clases
constituyen la forma en que las contradicciones económicas operan a nivel
social pero también reúnen el universo completo de las relaciones sociales
existentes. Es decir, para Marx, toda la complejidad de las formas sociales
también se expresa en la llamada lucha de clases. Es esta lucha la que, para
Marx, produce toda la dinámica de la historia universal.
En el campo de sus estudios
económicos destaca su teoría de la plusvalía en la cual sostiene,
fundamentalmente, que es el proletariado el que a través de su fuerza de trabajo
crea valor económico, del cual se apropia el capitalista. La plusvalía es el
valor económico creado por el obrero que no le es remunerado y que pasa al
burgués bajo la forma de ganancia capitalista. Es, entonces, la plusvalía el
origen y sustento de la explotación burguesa del proletariado en la economía
capitalista.
Emile Durkheim (1858-1917)
Fue un sociólogo francés,
fundador de la revista Annales de Sociología. Contribuyó enormemente a la
consolidación de la sociología como ciencia. Su punto de partida fue el
positivismo de Comte. “La división del trabajo social”.
Estableció que la sociología estudia los “hechos
sociales”. Para Durkheim los hechos sociales son las formas de hacer, sentir y
vivir que son impuestas desde el exterior, desde la sociedad. La sociedad
opera, en este sentido a nivel coercitivo sobre estas formas. Esta definición
le permitió diferenciar claramente el ámbito de estudio de la sociología y de
la psicología. Propuso que los hechos sociales debían ser estudiados desde una
perspectiva puramente objetiva, “como cosas”, independiente del observador o
sociólogo. Realizó investigaciones concretas, como fue el caso de su trabajo
sobre el suicidio, en el que sostuvo que existen causas sociales de éste y no
meramente psicológicas. Otros trabajos importantes en los que destacó fue " La división del trabajo social"
Su influencia ha sido notable no solo en el campo de la
sociología, en el enfoque de sociólogos como Pierre Bourdieu; sino también, en
la antropología, especialmente en el estructural- funcionalismo de Malinowski y
Radcliffe- Browm.
Max Weber (1864-1920)
Fue un historiador, jurista,
economista y filósofo alemán. Si bien nunca se definió como un sociólogo, sino
como un historiador, hizo fundamentales aportes a la sociología.
Filosóficamente estuvo influenciado por el historicismo, la hermenéutica y el
kantismo. Contrario al positivismo, propugnó la idea de que los fenómenos
sociales no podían ser captados directamente por la mente si estos no estaban
intermediados por conceptos que los hicieran inteligibles. Por ello, partió de
una sociología que partiera de la formulación de tipos ideales, es decir, de
conceptos que permitieran entender las relaciones sociales. La forma en la que
debería trabajar el sociólogo era, entonces, el establecer tipos ideales y
luego realizar una labor interpretativa (hermenéutica) de las acciones y
relaciones sociales a partir de los tipos ideales de los cuales estaba provisto
previamente.
Para Weber el punto de partida de
la sociología fue el concepto de acción social. Para Weber la acción social es
toda acción u omisión consciente y voluntaria dirigida hacia uno o más
individuos. Es a partir de ahí que establece la idea de relación social, como
una acción social recíproca, entre dos o más individuos. Estos conceptos son el
punto de partida para entender una ampliar clasificación de las acciones y las
relaciones sociales.
Weber realizó importantes
estudios sobre las religiones de China, India y Hebrea. Para el caso europeo
destaca su obra la “ética protestante y
el espíritu del capitalismo” en la cual llega a sostener que el calvinismo,
imperante en los Países Bajos, influyó de manera decisiva en el desarrollo del
capitalismo.
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