¿Qué es ser historiador? Reflexiones en torno a una difícil definición.
“Soy
historiador por las mañanas y filósofo por las tardes”
Marc
Bloch
Por: Daniel
Loayza Herrera[1]
Resumen
El presente trabajo aborda
el problema de definir lo que es ser historiador. Explora la problemática
del estatus científico de la Historia para, a partir de ahí, precisar el rol que cumple el historiador como estudioso del pasado. Para ello, parte del problema
del hecho histórico como el concepto más importante de la ciencia histórica,
así como del papel que cumple el historiador en la transformación de los hechos
del pasado en hechos históricos. Concluye que el historiador está provisto de
herramientas científicas de análisis, que es eminentemente crítico y, por
tanto, no debe ser confundido con un erudito
o curioso sobre el pasado.
Palabras
Clave: Historia, ciencia, hechos, hecho histórico, Historia
El
problema inicial
Entre la comunidad de
historiadores no existe un consenso sobre lo que es un historiador, es decir,
aquello que lo diferencia de cualquier otro que se ocupe del pasado. Ante ello
surgen algunas preguntas: ¿es historiador todo aquel que investiga el pasado?,
¿las publicaciones son las que definen quién es historiador y quién no?, ¿es
necesaria alguna formación científica para ser historiador?
Las respuestas a estas
preguntas son compleja, pero se puede empezar a abordarlas a partir de algunas
otras preguntas. Los médicos prescriben medicamentos y realizan operaciones
quirúrgicas, entonces, ¿aquellos curanderos naturistas que también prescriben
medicamentos e incluso realizan operaciones pueden ser considerados como
médicos? Los ingenieros civiles planifican las estructuras de las
construcciones, entonces, ¿los maestros albañiles que realizan esta misma labor
también pueden ser considerados como ingenieros civiles? Los historiadores
escriben sobre el pasado, entonces, ¿todos los que escriben sobre el pasado
deben ser considerados como historiadores?
En el caso de los
maestros curanderos y los maestros albañiles la respuesta parece ser clara: no
son ni médicos ni ingenieros civiles, respectivamente. Pero, ¿en el caso de los
historiadores, por qué tenemos tantas dudas?, ¿por qué se nos hace tan difícil
dar una respuesta concluyente y definitiva? Nuestra certeza sobre lo que es un
médico o un ingeniero y nuestra capacidad para determinar quien no lo es no
nace de lo que los médicos e ingenieros hacen, específicamente, sino de aquello
que está detrás de lo que hacen. Es decir, para estos casos, la cuestión es
simple: el médico es tal porque cura a sus pacientes sino porque lo hace a
partir de la ciencia médica. El ingeniero civil lo es no simplemente porque
planifica las estructuras de las casas, sino porque lo hace desde los
fundamentos científicos de la ingeniería.
Entonces, ¿cuál es el
origen de las diferencias entre los historiadores? Más allá de las motivaciones
laborales, psicológicas, o de otra índole, el problema existente es un problema
teórico, que está ligado a la determinación de si la Historia es una ciencia o
no. Es decir, el conjunto de la comunidad de historiadores no está segura si
ocuparse del pasado es suficiente para ser historiador o es necesaria alguna
perspectiva científica para serlo. Lamentablemente, no ha sido extendida la
preocupación por determinar los fundamentos de la ciencia histórica, por parte
de los historiadores. Lo han dejado a la reflexión epistemológica que,
generalmente, también le ha sido ajena.
El
problema de la cientificidad de la Historia
¿Es la Historia una
ciencia? Los historiadores, a partir de la segunda mitad del siglo XX, se han
formado bajo esa concepción. Ello ha surgido como consecuencia de la influencia
de diversas corrientes que buscaban la objetividad y que tuvieron impacto en la
visión que se tiene de la Historia, como fueron los casos del historicismo, del
positivismo comteano y del marxismo[2].
El plantear esta
cuestión nos conduce, necesariamente, a una reflexión epistemológica: ¿qué es
una ciencia? Frente a esta pregunta han surgido diversos enfoques, entre los
que destacan dos corrientes: La primera, defendida por Karl Popper, que
sostiene que ciencia es un conjunto de proposiciones que la comunidad
científica siempre está dispuesta a contrastar con las observaciones empíricas.
La segunda, defendida por Koyrè, Lakatos y Kuhn, que hacen una crítica de la
posición de Popper, por considerar que la falsación, propuesta por Popper, no
ha sido el elemento característico en el desarrollo de la ciencia.
Popper, partiendo de la
crítica a la lógica inductivista, sostuvo que no hay forma lógica de llegar a
una proposición universalmente válida, pues la experiencia sensible siempre es
particular y limitada (Popper, 2008). Por ello, la solución estaba en pensar a
las proposiciones científicas como hipotéticas con respecto a las observaciones
aún no realizadas. Es decir, las teorías científicas describen cierto número de
fenómenos observados de la realidad. De acuerdo a este planteamiento, cada
nueva observación debe ser contrastada con la teoría, si la nueva observación
coincide con la descripción de la teoría, entonces, la teoría se fortalece.
Pero en el caso de que surja una observación o un conjunto de observaciones que
no coincidan con las predicciones de la teoría, esta sería abandonada. A este
proceso se le conoce como falsación (Martínez, 2005). Dentro de esta
concepción, entonces, las teorías científicas se sustentan en dos elementos
fundamentales: las predicciones que realizan las teorías con respecto a las
futuras observaciones que se describen y la disposición que debe existir para
falsar las teorías, por parte de la comunidad científica. El modelo de Popper
para comprender el desarrollo de la ciencia está basado en la manera que, a su
entender, se trabaja a nivel de las ciencias naturales, especialmente la
física. En ese sentido podríamos decir que las ciencias sociales, cuyas teorías
tienen una mínima o nula capacidad predictiva no serían ciencias[3].
Koyré, Lakatos y Kuhn
realizaron una crítica a la posición de Popper. Sostuvieron que, en el
desarrollo de la Física, la falsación no había conducido necesariamente al
abandono de las teorías científicas[4].
Lakatos argumentó que existen proposiciones científicas que están más allá de
toda contrastación empírica. Por su parte, Koyré y Kuhn destacan el papel de la
comunidad científica en lo que se acepta como conocimiento científico, o no.
Pese a las diferencias entre estos enfoques, todos ellos tienen en común el
punto de partida: El desarrollo de la Física.
Los enfoques epistemológicos
sobre lo que es una ciencia han resultado bastante restrictivos. Ello se debe a
que las ciencias sociales tienen una característica fundamental que las
diferencia de las ciencias naturales. Mientras que las ciencias naturales
parten de la estricta separación entre el sujeto y el objeto, lo que les
permite alcanzar la ansiada “ objetividad”; las ciencias sociales no pueden
desarrollarse bajo esa estricta separación, ya que el investigador o científico
social al estudiar una sociedad no está exento de sus propios valores
creencias, marco teórico y conceptos[5].
Esta diferencia entre las ciencias naturales y sociales fue advertida, en el
siglo XIX, por Dilthey[6].
Entonces, exigirle a las ciencias sociales una capacidad predictiva como
condición para ser consideradas como ciencia no es sino el resultado de una
incomprensión de la manera y los referentes a partir de los cuales se generaron
los postulados epistemológicos contemporáneos.
Como consecuencia de lo
anteriormente señalado surge la pregunta: ¿si la Historia es una ciencia, que
la hace tal? La respuesta parece sencilla: tiene objeto de estudio, marco
teórico y métodos de investigación. El objeto de estudio de la Historia es el
hecho histórico. El problema del conocimiento del hecho histórico es
imprescindible para el esclarecimiento de la labor del historiador. Sin
embargo, no puede ser abordado si antes no se esclarece el problema de la
teoría y del método.
¿Qué es la teoría? Es
el conjunto de categorías y conceptos que sirven para al análisis del objeto de
estudio. Estas categorías y conceptos hacen posible que el objeto sea
inteligible desde la perspectiva de la ciencia. Las categorías tienen su
fundamento en la filosofía y son universales; mientras que los conceptos son
más específicos y reflejan la manera particular en que la cada ciencia los
entiende. Por ejemplo, la Física tiene conceptos como masa, fuerza, aceleración
y gravedad. El conjunto sistemático de estos conceptos es lo que comúnmente se
denomina marco teórico.
Toda teoría, en sí
misma, lleva implícita un discurso gnoseológico, es decir, un conjunto de
supuestos sobre la manera en se produce el acto de conocer. Esta constatación
nos permite comprender la relación entre el objeto que se observa y estudia y
el método o métodos que se van a utilizar para poder llevar a cabo la
investigación. La teoría, en este sentido, opera como una bisagra que asegura
la confiabilidad del proceso de conocimiento, proveyendo del soporte para la
formulación de inferencias válidas desde el punto de vista científico.
¿La Historia cuenta con
teoría? Si analizamos el problema a nivel de los conceptos específicos, propios
de la ciencia histórica, advertimos que los conceptos más utilizados como
desarrollo, progreso, crisis, decadencia, auge, contradicciones, clases
sociales, estamentos, castas, capitalismo, política, estado, poder, entre
otros, no son exclusivos de la Historia, sino son compartidos con otras muchas
ciencias, como la economía, la sociología, la antropología, etc. (Chaunú, 1985).
Sin embargo, hay un concepto que le es propio y distintivo de la Historia: el hecho
histórico. Ello se debe a que el desarrollo de la Historia como ciencia se ha
dado de la mano y paralelamente con numerosas otras ciencias sociales, como es
el caso de la economía, la sociología, la antropología, la lingüística, la
psicología, entre otras.
La teoría cumple un
papel fundamental e imprescindible en la comprensión de los hechos históricos.
La razón radica en que no es posible, desde el punto de vista empírico,
comprender el proceso histórico de una manera universal y total. Dicho de otro
modo, no es posible tener el conocimiento empírico de todos los hechos
históricos. Por otro lado, la teoría es el resultado de un nivel particular del
desarrollo de la filosofía y de la propia ciencia histórica. En ese sentido,
tampoco es posible apreciar los hechos históricos desde el pasado. Solo nos es
posible hacerlo desde el presente, desde la mirada del historiador.
Es el sujeto
cognoscente,- el historiador- el que se acerca al estudio del hecho histórico,
pero para ello debe estar provisto de una teoría que le sentido y regularidad a
los hechos. Los hechos, por sí mismos, son ininteligibles sin las categorías y
conceptos de los cuales debe estar provisto, previamente el historiador.
Aunque, a lo largo de
la investigación de los hechos históricos, los historiadores no se ocupen por
determinar que es conocer y como se llega al conocer, su práctica lleva
implícita esta concepción. Todo método científico lleva implícita su raíz
gnoseológica, pues parte de fundamentos teóricos. Los métodos de análisis
responden a planteamientos sobre la manera en que el sujeto cognoscente puede
alcanzar una comprensión del objeto estudiado.
La Historia ha tenido
sus propias luchas para convertirse en ciencia, y el derrotero por el que han
transitado han estado marcadas por el compromiso de apreciar el pasado desde el
presente, con espíritu crítico. Como toda ciencia, no es un producto acabado,
surgido por generación espontánea, sino una construcción progresiva. La
Historia, como ciencia, tiene también su historia. Es a partir del siglo XIX
que, al amparo de la expansión del positivismo, el historicismo, las corrientes
hermenéuticas alemanas y el marxismo, surgen las primeras preocupaciones por
dotar a la comprensión de la sociedad de un carácter científico. Sin embargo,
pese a los importantes aportes de Max Weber y Marx, por ejemplo, para el caso
alemán, en la mayor parte de la historiografía francesa del siglo XIX, imperó
una interpretación tradicional y conservadora de la historia.
En el siglo XX se
produjo una importante expansión del marxismo. Su teoría social, el
materialismo histórico, pasó a ser la teoría social dominante. Su fortaleza
radicó en que contaba con una interpretación integral, completa que combinada
eficazmente la economía, la sociedad, la política y los elementos ideológicos.
El marxismo aportó una importante base teórica para el despegue de la Historia
como ciencia. Si influencia sería innegable en gran parte de los historiadores
del siglo XX.
Aurell, (2005) y
Burguière (2009) han señalado que la Escuela de los Annales contribuyó al
desarrollo de los métodos de investigación histórica. Las visiones temporales y
espaciales se renovaron, se impulsó el análisis totalizador de la sociedad y la
comprensión de los hechos particulares en el marco de los procesos globales. El
desarrollo de nuevos enfoques y métodos de investigación contribuyeron a
consolidar a la Historia como una ciencia. Sin embargo, quienes conformaron
Annales no compartieron una teoría ni hicieron una importante reflexión teórica
entorno a sus métodos. Historiadores como Hobsbawm, Thompson y Fontana, desde
el marxismo, han contribuido con el conocimiento del pasado desde la reflexión
teórica. Ello ha permitido una adecuada articulación entre teoría y método. Estos
progresos en el campo de la Historia hicieron que las viejas formas de
historiar el pasado, propias de la historia tradicional, decimonónica,
devinieran en pre-científicas.
Este reconocimiento nos
conduce al problema de cómo se produce el acercamiento del investigador hacia el
hecho histórico. Este no se puede producir desde la estricta objetividad, a la
que pueden alcanzar las investigaciones en ciencias naturales. La aspiración
positivista de construir una suerte de “física social” se ha mostrado como un
imposible a la luz del desarrollo actual de todas las ciencias sociales[7].
De igual forma la idea de Michelet, de presentar los hechos del pasado como una
descripción pormenorizada de acontecimientos, sería reducir la historia a una
suerte de anecdotario de poco valor (Juliá, 2014). La razón de ello es que el
investigador social es sujeto, pero a la vez objeto de conocimiento ya que él
pertenece también a una sociedad, aunque no necesariamente sea la que estudia.
Ello conduce a la
comprensión del conocimiento histórico como centrado en el sujeto cognoscente.
Es, precisamente, este sujeto que conoce el que construye los hechos
históricos. La historia no son los hechos del pasado, sino el conocimiento
crítico de los hechos del pasado. La historia no es lo que sucedió, sino la
forma específica en que esos hechos son comprendidos críticamente, desde el
presente, donde las categorías y los conceptos de hoy se proyectan hacia el
pasado, para darle sentido al presente.
Ello no debe
confundirse con la posibilidad de que la historia sea simplemente lo que la
gente se figura que ocurrió, No está sometida a esa anarquía o capricho. El
conocimiento histórico debe sustentarse en fuentes, pero se debe reconocer que
las fuentes no dicen nada, son los historiadores los que las hacen decir algo.
En suma, lo que existe
de manera independiente de los historiadores son hechos y documentos. Los
historiadores deciden que hechos son relevantes para comprender el pasado y que
documentos constituyen fuentes para ese conocimiento. Sobre la importancia del
historiador como sujeto cognoscente y la manera como debe enfrentarse a las
fuentes, Marc Bloch (2006) escribió:
Pero, ¿basta con
reunir los testimonios y unirlos de cabo arabo? Realmente no. La tarea del juez
instructor nunca se confunde con el trabajo de su secretario. No todos los
testigos son sinceros, ni su memoria es siempre fiable y por ello no podemos
aceptar sus declaraciones sin ejercer cierto control. ¿Cómo se las arreglan los
historiadores para extraer u atisbo de verdad de los errores y mentiras y
obtener un poco de trigo de la paja? El arte de discernir lo verídico, lo falso
y lo verosímil en las narraciones se denomina crítica histórica y posee una
reglas, fáciles de conocer, que espero mostrarles (…) (pp. 18-19)
De esta manera, desde
la perspectiva científica, es el historiador el centro del conocimiento
histórico. No es un agente pasivo que solo recoge datos, tampoco un simple
ratón de archivo. Su trabajo es fundamentalmente crítico y reflexivo. Esa
reflexividad crítica es, precisamente, un componente fundamental de su labor
científica. Sin embargo, debemos advertir que la crítica no se agota en el
análisis de las fuentes, sino, fundamentalmente en la crítica del presente a
través de una crítica del pasado. De esta forma, la Historia no es otra cosa
que una forma de acercarse de manera comprometida con el presente a través del
pasado.
Hecho
y hecho histórico
El presente es el
resultado de una sucesión de hechos. Los hechos, por sí mismos no son historia.
Para ser historia requieren del observador. El conocimiento histórico transforma
esos hechos en historia, es decir en históricos. La historia científica nace
cuando se analizan críticamente los hechos, no antes. El hecho histórico, de
esta manera, encarna el mayor problema para definir a la Historia como una
ciencia. Si los hechos del pasado son hechos que tienen importancia para
comprender el presente y, además, son apreciados críticamente, devienen en
hechos históricos. Un elemento fundamental para que los hechos del pasado sean
tratados como históricos es la construcción de un discurso crítico y reflexivo sobre
la importancia que esos hechos tienen a través del tiempo.
Esa valoración de su
importancia y proyección en el presente no se desprende del hecho mismo sino de
la comprensión que se alcanza sobre él. Hay que recordar que lo ocurrido en el
pasado es simplemente una sucesión de hechos, y que es desde la ciencia
histórica que se determina su importancia colectiva. Esos hechos cuando son
comprendidos como tales son tratados y abordados como hechos históricos. Se
transforman en tales. Es, precisamente, esa mirada la que diferencia al
historiador de cualquier otro curioso por el pasado. El historiador busca
explicaciones para el presente, extrae lecciones, le otorga sentido y
organicidad al pasado. El objeto de la Historia no son los hechos del pasado en
sí mismos, sino los hechos históricos, los cuales son un producto del
acercamiento y comprensión del pasado por parte del historiador. No existe, por
tanto, en el campo de la Historia una separación estricta entre el objeto y el
sujeto[8].Sobre
la definición de hecho histórico Gloria Delgado (2005), menciona lo siguiente:
Se le llama
hecho histórico a la interpretación realizada por los especialistas en historia
acerca de algún evento particular protagonizado por seres humanos y ocurrido en
un lugar y tiempo determinados. Por tanto el hecho histórico no es el suceso en
sí mismo, sino una construcción intelectual hipotética, creada por el
historiador a partir de los datos de la realidad social y cultural que obtiene
de las fuentes consultadas… (pp. 5-6)
A partir de lo
anteriormente mencionado se puede sostener que es historiador aquel que
investiga el pasado, pero con la mirada de los hechos históricos. Esa mirada
necesariamente es crítica y reflexiva. No es la mirada del curioso
desprevenido. Si esta mirada está ausente, aun cuando haya escrito decenas de
libros sobre el pasado, a la luz del desarrollo actual de la ciencia histórica,
no puede ser considerado historiador. Ello ocurre incluso cuando sus trabajos
puedan ser valiosos como punto de partida para investigaciones históricas, -
por parte de quienes si son historiadores-, y le otorguen a los hechos el
tratamiento que es propio de la Historia: el tratamiento de hechos históricos.
El historiador, para
comprender el pasado, utiliza marcos teóricos propios de diversas ciencias,
pero le imprime la particular mirada histórica, la mirada del tiempo histórico
y del espacio histórico, de la proyección de los hechos hacia el presente. Este
es el rasgo distintivo que diferencia al historiador de cualquier otra persona
que se ocupa de los hechos del pasado.
El hecho histórico
expresa, entonces, la particular relación del historiador con el pasado. Es la
comprensión del hecho del pasado realizada desde el presente. Representa la
compleja relación entre el objeto y el sujeto que conoce, donde el sujeto
cognoscente es también objeto conocido. Encarna un proceso de conocer, pero
también de reconocerse. Se aparta de la aspiración positivista de representar
los hechos de manera absolutamente objetiva e imparcial, a partir de una
ilusoria apelación a la neutralidad, pero también de la concepción decimonónica
de la historia, caracterizada por la simple narración erudita de los hechos del
pasado, para volcarse en interpretación viva y crítica.
Conclusión.
El historiador es aquel
investigador que, provisto de un análisis científico, analiza, comprende y
crítica el pasado desde los fundamentos y perspectiva propios de la ciencia
histórica. Es aquel que transforma los hechos del pasado en hechos históricos. Está
provisto de una mirada desde el presente, lo cual le permite comprender
regularidades y cambios. El historiador no es aquel que ingresa a un archivo y simplemente
escudriña entre documentos apolillados, sino el que transforma aquellos
documentos en fuentes que cobran sentido para el presente. Historiador no es más
el erudito del siglo XIX, simple recopilador de hechos inconexos, que son
presentados como entretenidas anécdotas sobre el pasado, sino el riguroso
crítico provisto de un sólido marco teórico que construye un discurso sobre el
pasado. El historiador, al ingresar a un archivo o recurrir a un documento del
pasado, lo hace con una mirada muy distinta del archivero o del curioso. .De esta
manera, el historiador puede ser definido de la misma forma que el médico o el ingeniero
civil: no por lo que aparentemente hace, sino por lo que hay detrás de lo que
hace.
Fuentes
de información
Aurell, J (2005) La escritura de la memoria: de los
positivismos a los postmodernismos. España: Universitat de València.
Bloch, M (2006) Historia e historiadores. Madrid: Akal.
Brom, J (2012) Para comprender la historia. Madrid:
Grijalbo.
Burguière, A (2009) La escuela de Annales: una historia
intelectual. España:
Universitat
de Valencia.
Chaunú, P. (1985) Historia ciencia social. La duración, el espacio y el hombre en la
época moderna. Madrid: Encuentro ediciones.
Delgado, G. (2006) Historia de México. Vol I La gestación de un pueblo. México: El colegio de México. 5ta.
Edición.
Julià. M (2014) Las ruinas del pasado: aproximaciones a la
novela histórica postmoderna. Madrid: Ediciones de la Torre.
Martínez, (2005) El
problema de la verdad en K. R Popper: reconstrucción histórico –sistémica.
España: Gesbiblo.
Popper, K (2008) La lógica de la investigación científica. Madrid:
Tecnos.
[1]
Historiador. UNFV.
[2] El historicismo fue una
corriente desarrollada en Alemania durante el siglo XIX, principalmente.
Sostenía que la objetividad debería ser la característica fundamental de toda
investigación científica. El positivismo, cuyo fundador fue Augusto Comte
postuló que solo el conocimiento científico era un auténtico conocimiento. El
marxismo, por su parte, también postuló la necesidad de alcanzar un
conocimiento objetivo de la sociedad y su desarrollo. Para ello desarrolló una
completa concepción del mundo, agrupada en la que se ha llamado materialismo
dialéctico y materialismo histórico. El materialismo histórico marxista ha sido
la teoría social más influyente y hegemónica del siglo XX, además de la que más
ha contribuido a consolidad a la Historia como una ciencia.
[3] Como es bastante conocido
Marx y Engels predijeron la revolución proletaria y el triunfo del socialismo.
Popper, a partir de lo que consideró una falla en la predicción, anunciada en
el Manifiesto Comunista, sostuvo que el marxismo no tiene carácter científico.
[4] La crítica que se realizó
a los planteamientos de Popper giró, básicamente en demostrar que a lo largo
del desarrollo de la Física la falsación no ha sido el elemento que ha llevado
a la superación de la ciencia. Es decir, que las teorías científicas han
sobrevivido o sucumbido con relativa independencia de la confirmación o no de
sus predicciones.
[5] La ciencia, como producto
cultural de occidente, desde su fundación como reflexión filosófica, partió de
la separación entre el objeto y el sujeto. Este principio fue la base de la
cosmología de Thales de Mileto, Anaximandro y Anaxímenes. Pese a la diversidad
de escuelas que se desarrollaron en la civilización griega, este enfoque
alcanzará su más alta realización con los planteamiento de Aristóteles, para
quien el mundo es objetivo y separado del sujeto, siendo este último el que se
constituye en sujeto cognoscente. Sin embargo, no se debe soslayar que algunos
experimentos de la física cuántica han sido interpretados desde una perspectiva
neoplatónica, atribuyéndole al observador u papel fundamental en ello.
[6] El filósofo, sociólogo e
historiador alemán Wilhem Dilthey señaló que las llamadas ciencias del espíritu
se diferencian de las ciencias naturales. Destacó que la idea de “objetividad”,
propia de las ciencias naturales, no tiene ningún sentido en el ámbito de las
ciencias humanas, donde la subjetividad cobra especial relevancia.
[7]
Comte planteó la necesidad de crear una “Física social”, a la cual se le dio
por nombre sociología.
[8] En este sentido el hecho
del pasado opera como cosa y el hecho histórico como objeto, pues para su
comprensión es necesario que el historiador esté provisto de categorías y un
marco teórico que haga cognoscible el hecho y que cobre sentido. Kant, hizo una clara diferenciación entre la
cosa y el objeto, donde destaca que la cosa en sí es inaccesible al
entendimiento humano; mientras que el objeto constituye la aprehensión
alcanzada sobre la cosa.
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