La anti-razón: psicoanálisis lacaniano y postmodernidad
En el desarrollo de las interpretaciones
postmodernas sobre la realidad el psicoanálisis lacaniano ha jugado un papel
central. Jacques Lacan fue un personaje central de la vida intelectual de
Francia de la postguerra. Psiquiatra de formación, fue derivando
progresivamente hacia el psicoanálisis. Su propuesta fue la de leer a Freud a
la luz de los nuevos enfoques, principalmente estructuralistas. El
Estructuralismo y el Psicoanálisis fueron dos de los más influyentes enfoques
por aquellos años en Francia.
Lacan era un hombre de una amplia cultura. Había
leído a los más importantes pensadores. A partir de sus variadas lecturas y
tomando ideas de las fuentes más disimiles emprendió la tarea de reescribir la
interpretación psicoanalítica, que a su juicio, estaba plagada de objetivismo.
Saussure fue una de sus fuentes de inspiración más importantes. La apelación
del padre de la gramática estructural al lenguaje, al mundo de los significantes
y significados, como única fuente válida para referirnos a la realidad, llevó a
Lacan a replantear el psicoanálisis en esos términos.
Entre los intelectuales que estuvieron marcados por
la impronta del pensamiento lacaniano encontramos a Badiou, Foucault, Derrida,
Kristeva, Zizek, entre muchos otros. Si bien es cierto que cada uno de ellos
exhibe la influencia de diversos aspectos del pensamiento de Lacan; también lo
es que básicamente todos ellos se centran en el llamado “discurso”; es decir, en
la representación de la realidad, con prescindencia de la realidad misma. La
preocupación por descubrir la forma en que el poder se ha venido estructurando
desde las diversas formas de presentar la realidad llevó a la mayor parte de
los pensadores mencionados a ir dejando de lado los mecanismos reales de
ejercicio del poder; es decir, la realidad fue progresivamente vista como una
construcción social, cada vez más alejada de lo real. La idea de que la
realidad social es una construcción social discursiva ha impregnado el corazón
de las ciencias sociales contemporáneas. Estas ideas deben ser rastreadas en el
pensamiento de Lacan quien ofreció a la intelectualidad francesa de la
postguerra las herramientas conceptuales y las fuentes de inspiración para el desarrollo
de la visión postmoderna de la sociedad.
En el presente artículo sostengo fundamentalmente
dos cosas: la primera, que gran parte de los enfoques realizados desde la
postmodernidad son tributarios del confuso e inconsistente conjunto de
planteamientos lacanianos; la segunda, que ésta intrincada e inaccesible forma
de presentar la realidad no corresponde sino a un discurso anti-racional y que
en ese contexto debe ser entendidas las interpretaciones postmodernas. Como
consecuencia de ello extraigo la siguiente conclusión: en la medida en que el
discurso de la postmodernidad es tributario del pensamiento lacaniano
constituye una negación de la naturaleza y razón de ser de las ciencias
sociales: romper con la alienación y mostrar la realidad tal como está se
produce.
Para demostrar lo que aquí sostenemos pasaremos a
examinar la piedra angular de los planteamientos de Jacques Lacan sobre lo que
son lo real, lo imaginario y lo simbólico, llamados por él “registros” de lo
psíquico. Trataremos en todo momento de hacerlo con la mayor claridad
explicativa, pues consideramos que toda exposición que pretenda ser considerada
como científica debe reunir esta mínima característica expositiva; todo ello en
contraste con la nebulosidad propia de una teoría como la lacaniana,
caracterizada por su oscuridad y por un lenguaje metafórico que no hace sino
reducir su potencial explicativo y protegerla con relativo éxito de toda
crítica racional. Hechas esta inicial observación y advertidos los lectores del
espíritu que nos anima pasaremos a realizar una exposición de las ideas
fundamentales que esgrimió Lacan sobre lo real, lo imaginario y lo simbólico,
para luego someterlas al análisis en concordancia con la apuesta que desde aquí
hacemos por la crítica como forma de acercarnos a la realidad.
Lo
real, lo simbólico y lo imaginario en Lacan
Lo
imaginario es el “registro” no lingüístico de la psique. Se forma a través del
pensamiento más primario, el de las imágenes. De acuerdo a Freud la percepción
deja ciertas marcas psíquicas. Lacan aportó su llamado “estadio del espejo”
para explicar como el sujeto puede explicar su imagen como un Yo, diferenciado
de otro ser humano. Esta diferenciación, de acuerdo a Lacan se forma mediante
la imagen que proviene de otro.
En suma, el enfoque lacaniano, en realidad, no pasa
de ser una confusa y contradictoria visión de lo psíquico. Una manipulativa
visión de la realidad que constituye, en la práctica, una reacción frente a la
razón y a sus posibilidades. El psicoanálisis lacaniano es el abandono a toda
posibilidad de enfrentar la vida con lucidez, de comprender el mundo
circundante y psíquico del ser humano. Aunque no podemos negar la gran
habilidad de Lacan para recurrir a influencias de diferentes orígenes- que iban
desde la filosofía hasta la topología y el análisis combinatorio, pasando por
enfoques tan diversas como los de Freud, Saussure, Hypolite, etc- para
justificar sus interpretaciones psicoanalíticas, podemos afirmar que estos
carecen de la consistencia interna y de la validación para ser tomados en
cuenta como argumentos racionales.
El psicoanálisis lacaniano,
discurso postmoderno y anti-razón.
El psicoanálisis lacaniano al igual que el discurso
postmoderno son tributarios de las teorías de Ferdinand de Saussure. Ambos
parten de la idea de que la realidad es, fundamentalmente, una construcción del
lenguaje y que esta no es más que una ilusión, al considerar que lo real es
inaccesible. Es decir, toda conceptualización sobre la real no es sino una
suerte de ficción, de representación simbólica sobre lo real, que queda
reservada a lo no representable, a lo incomunicable a lo incomprensible e
innombrable.
En éste sentido, toda preocupación por desentrañar
lo real, partiendo de la definición lacaniana, termina siendo infructuosa. En
términos prácticos representa la renuncia a la posibilidad de conocer. El discurso
postmoderno ha hecho suyo este planteamiento al reconocer la imposibilidad de
determinar si una representación de lo real (la realidad, de acuerdo a la
definición postmoderna inspirada en Lacan) es más verosímil que otra. . Apreciando
la propuesta postmoderna de tolerancia- desde sus fundamentos- frente a las
diversas visiones sobre lo existente, en realidad lo que encontramos no es un
afán por profundizar los planteamientos democráticos, producto de la
modernidad, sino más bien el de socavar las bases sobre las que se ha construido
el conocimiento humano, al desconocer que exista alguna posibilidad de
adentrarnos en lo real.
Sobre la aseveración de que la realidad es una
construcción social diremos lo siguiente. En principio no existe diferencia alguna
entre lo real y la realidad. Esta diferenciación nos invita a pensar lo
existente en términos metafísicos. Pero en el caso del planteamiento filosófico
de cual parte Lacan, es simplemente incognoscible, ya que el conocimiento
racional está necesariamente mediado por el lenguaje. Lo que los postmodernos
identifican como real es la realidad misma. Los llamados discursos sobre lo
real; es decir, la realidad, no son sino las representaciones simbólicas de la
realidad, pero no son la realidad misma.
Las acciones sociales o la conducta social son
efectivamente reales aún cuando se realicen partiendo de representaciones
inexactas de la realidad. Es más, la creencia misma en esas representaciones es
parte de la realidad, pero ello no implica que el contenido de esas
representaciones corresponda a la realidad. Es evidente que las acciones
sociales producen la realidad social, independientemente de que ellas se
produzcan por la acción de ideas o pensamientos que concuerden o no con la
realidad. Pero ello no implica, de ningún modo, que el discurso sobre la
realidad sea confundido con la realidad misma. La realidad social es una construcción,
efectivamente, pero no es una construcción discursiva, sino una construcción a
nivel de la praxis social. La praxis social engloba tanto las creencias que
motivan la conducta como las acciones sociales que permiten que las creencias
sean objetivadas. Para esclarecer este asunto plantearemos el siguiente
ejemplo:
Un grupo de fieles decide rendirle culto al dios en
que creen. Para ello realizan una procesión con la imagen de su dios como
símbolo de su fe. En este sentido, la creencia en su dios, independientemente
de que este en la realidad no exista más que en la cabeza de sus fieles, se
objetiviza. Sin embargo, se objetiviza la creencia y su manifestación no el
dios en el que creen. La creencia en ese dios hizo posible que se produjera la
procesión, y eso construye a la sociedad, pero ello no quiere decir, en ningún
caso, que ese dios pueda ser considerado como existente.
La posición postmoderna, al negar a posibilidad de
conocer lo real, y al condenar el conocimiento a solo tener constancia de los
discursos sobre lo real lo que hace, en la práctica, es plantearnos la
imposibilidad de determinar si la forma en que es visto lo existente lo refleja
o no. Ello significa que la ciencia desaparece y que cualquier discurso, por
más disparatado que sea, es incontrovertible. Cualquier visión sobre la
realidad tiene cabida. Nada se refiere a los hechos, nada es comprobable, todo
son solo discursos, justificaciones. No hay diferencia entre lo que es racional
y lo que no lo es. En éste sentido, el discurso postmoderno constituye,
esencialmente, la mayor negación de la razón. Esto parece paradójico pues se ha
instalado eficazmente en el corazón de las ciencias sociales, incluso podríamos
decir que ocupa un papel central en el discurso antropológico y sociológico
contemporáneo, especialmente en los estudios culturalistas. Más bien diremos
que, pese a que las investigaciones inspiradas en el discurso postmoderno
pueden exhibir la aplicación de determinados métodos de investigación social,
al carecer de la pretensión por reflejar lo real, en realidad han abandonado la
primera condición para que una actividad pueda ser considerada como científica:
la búsqueda por explicar aquello que existe con independencia del observador.
Pero ello produce importantes consecuencias a nivel
de la función social que los fundamentos lacanianos cumplen en el discurso
postmoderno. Nos referimos específicamente al hecho de que las ciencias
sociales aparecieron y se desarrollaron teniendo como fin el desentrañar los
mecanismos que hacen posible la vida en las sociedades. Sin embargo, si
asumimos que todas las visiones sobre la realidad (que el lenguaje lacaniano y
postmoderno denominan “lo real”) son igualmente aceptables,-por ser lo
real inaccesible al conocimiento humano-,
entonces no existe diferencia alguna entre una explicación mitológica sobre la
realidad o una propia de las llamadas ciencias sociales. Esta es, precisamente,
la razón por la que los intelectuales postmodernos utilizan el término discurso
para todo tipo de visión y explicación de la realidad y omiten de manera
deliberada la definición de ciencia para las descripciones y explicaciones
obtenidas por enfoques y métodos científicos.
Si la modernidad significó la época de la supremacía
de la razón; entonces, la postmodernidad no es otra que la anti-modernidad. La
época de la anti-razón, el fin de las ciencias, y en particular de las ciencias
sociales. No es la crítica de la razón desde la razón la que la anima sino la
negación de la razón desde la sinrazón.
Conclusión
El discurso lacaniano, como fuente principal de la
interpretación postmoderna de la realidad, ha contribuido, como discurso
social, como interpretación de la realidad social a dos cosas fundamentales:
por un lado a eliminar la cientificidad de las ciencias sociales,
impregnándolas no sólo de un contenido metafísico sino también de la
imposibilidad de que éste sea accesible al entendimiento humano. Por otro lado,
al asumir que las ciencias sociales no son sino simples discursos ideológicos,
carentes de todo potencial explicativo, quedan despojadas no solo del reconocimiento
de su capacidad analítica, sino de su función social.
En este sentido, diremos que aquellas
interpretaciones asentadas sobre los conceptos lacanianos de lo real y de su
diferenciación radical con la realidad contribuyen al desmantelamiento de la
cientificidad de las ciencias sociales, a su conversión en simples discursos
banales, oscuros y alienantes.
La renuncia al conocimiento implica, necesariamente,
el abandono de toda determinación de la realidad, y por ende de la crítica; habida
cuenta que la crítica parte de la discriminación entre los diferentes enfoques
sobre la realidad, a la luz de los fenómenos y hechos. No hay crítica sin
referencia a la realidad (o lo real como le llaman los postmodernos) y la
contrastación de posiciones frente a otros enfoques sobre la realidad. En este
sentido, la postmodernidad como conjunto de planteamientos teóricos sustentados
en un relativismo irracionalmente sustentado, hace imposible toda crítica y,
por ende, todo cambio social. En suma, el discurso postmoderno es,
esencialmente, un discurso conservador sustentado en la irracionalidad.
Lacan era un hombre de una amplia cultura. Había
leído a los más importantes pensadores. A partir de sus variadas lecturas y
tomando ideas de las fuentes más disimiles emprendió la tarea de reescribir la
interpretación psicoanalítica, que a su juicio, estaba plagada de objetivismo.
Saussure fue una de sus fuentes de inspiración más importantes. La apelación
del padre de la gramática estructural al lenguaje, al mundo de los significantes
y significados, como única fuente válida para referirnos a la realidad, llevó a
Lacan a replantear el psicoanálisis en esos términos.
Entre los intelectuales que estuvieron marcados por
la impronta del pensamiento lacaniano encontramos a Badiou, Foucault, Derrida,
Kristeva, Zizek, entre muchos otros. Si bien es cierto que cada uno de ellos
exhibe la influencia de diversos aspectos del pensamiento de Lacan; también lo
es que básicamente todos ellos se centran en el llamado “discurso”; es decir, en
la representación de la realidad, con prescindencia de la realidad misma. La
preocupación por descubrir la forma en que el poder se ha venido estructurando
desde las diversas formas de presentar la realidad llevó a la mayor parte de
los pensadores mencionados a ir dejando de lado los mecanismos reales de
ejercicio del poder; es decir, la realidad fue progresivamente vista como una
construcción social, cada vez más alejada de lo real. La idea de que la
realidad social es una construcción social discursiva ha impregnado el corazón
de las ciencias sociales contemporáneas. Estas ideas deben ser rastreadas en el
pensamiento de Lacan quien ofreció a la intelectualidad francesa de la
postguerra las herramientas conceptuales y las fuentes de inspiración para el desarrollo
de la visión postmoderna de la sociedad.
En el presente artículo sostengo fundamentalmente
dos cosas: la primera, que gran parte de los enfoques realizados desde la
postmodernidad son tributarios del confuso e inconsistente conjunto de
planteamientos lacanianos; la segunda, que ésta intrincada e inaccesible forma
de presentar la realidad no corresponde sino a un discurso anti-racional y que
en ese contexto debe ser entendidas las interpretaciones postmodernas. Como
consecuencia de ello extraigo la siguiente conclusión: en la medida en que el
discurso de la postmodernidad es tributario del pensamiento lacaniano
constituye una negación de la naturaleza y razón de ser de las ciencias
sociales: romper con la alienación y mostrar la realidad tal como está se
produce.
Para demostrar lo que aquí sostenemos pasaremos a
examinar la piedra angular de los planteamientos de Jacques Lacan sobre lo que
son lo real, lo imaginario y lo simbólico, llamados por él “registros” de lo
psíquico. Trataremos en todo momento de hacerlo con la mayor claridad
explicativa, pues consideramos que toda exposición que pretenda ser considerada
como científica debe reunir esta mínima característica expositiva; todo ello en
contraste con la nebulosidad propia de una teoría como la lacaniana,
caracterizada por su oscuridad y por un lenguaje metafórico que no hace sino
reducir su potencial explicativo y protegerla con relativo éxito de toda
crítica racional. Hechas esta inicial observación y advertidos los lectores del
espíritu que nos anima pasaremos a realizar una exposición de las ideas
fundamentales que esgrimió Lacan sobre lo real, lo imaginario y lo simbólico,
para luego someterlas al análisis en concordancia con la apuesta que desde aquí
hacemos por la crítica como forma de acercarnos a la realidad.
Lo
real, lo simbólico y lo imaginario en Lacan
En
el llamado psicoanálisis de orientación lacaniana lo real, lo imaginario y lo
simbólico forman parte del corpus fundamental de su propuesta. Estas tres
instancias constituyen una tópica o estructura en la cual las tres dimensiones
del funcionamiento de la psique operan como una compleja estructura a manera de
un nudo borromeo. El funcionamiento psíquico requiere de la concurrencia de los
tres registros.
La
relación entre estas tres instancias tuvo dos momentos en el pensamiento de
Lacan: el primero, a partir de 1953, cuando enunció su interpretación y; la
segunda, desde 1970, ante el fracaso de su intento de formalizar su teoría a
través de matemas.[1] Pronto
Lacan se percataría de la imposibilidad de expresar la relación entre los
“registros” a través de la notación algebraica, llegando a abandonar la
relación que entre ellos había planteado desde 1953.
Ante
el fracaso de Lacan por matematizar su propuesta invirtió la relación entre los
registros. A partir de 1970 lo real pasó
a determinar el lugar central en la estructura de los “registros” de lo
psíquico, en reemplazo de lo simbólico, que hasta ese momento ocupaba el primer
lugar. El nudo borromeo fue la representación de la relación del tópico
lacaniano. Ante el retiro de uno de los anillos (en el caso de la propuesta
lacaniana, de alguno de los “registros”), se produce el desanudamiento de los
otros dos. A continuación pasaremos a
exponer la definición de lo real, lo imaginario y lo simbólico que nos ofrece
Jacques Lacan.
Para
Lacan lo real es aquello que no se puede expresar a través de la palabra o el
lenguaje; es decir, es lo no conceptualizable. Lo real no se puede imaginar ni
representar. Lo real es indeterminado. Por ello, lo real, de acuerdo a Lacan,
es accesible solo a través de la comprensión de lo imaginario o lo simbólico. Aparece
en la esfera de la sexualidad, el horror, el delirio y la muerte. Su
característica principal es la de no ser representable y el de tener existencia
propia. Sin embargo, pese a ello, Lacan nos ofreció una visión paradójica de lo
real al proponer que lo real es el no-fundamento que subyace al significante.
Lo real es, en suma, un no-concepto. Lacan, de igual forma, hizo una diferenciación entre lo real y la
realidad, entendiendo a esta última como perteneciente al mundo del lenguaje,
de lo simbólico.
Lacan,
evidentemente, a partir de lo real nos invita a renunciar a la razón. No solo
nos plantea que lo real no es accesible al entendimiento humano sino que en sí
mismo es una realidad primaria y sustancial innombrable, pre-lingüística, un
imposible racional. Presentada bajo un lenguaje atiborrado de metáforas y
alusiones imprecisas, los planteamientos de Lacan, evidentemente, adolecían de
las más elementales condiciones para ser considerados como científicos por las
siguientes razones:
-
Toda ciencia se refiere, en principio, a la realidad. Pero en el planteamiento
de Lacan la realidad es lo que la gente cree que es y no lo que es, por ser
esta última inaccesible.
-Carece
de una explicación sencilla sobre la realidad. Toda ciencia tiene como
condición sustancial el referirse a la realidad, o a un aspecto de ella, en un
lenguaje sencillo donde se aprecien las relaciones fundamentales.
-
Los casos que presenta Lacan, como evidencia de lo que sostiene, no pueden ser
replicados por otros investigadores, quedando únicamente el parecer y
testimonio de Lacan como único soporte de lo que él mismo sostiene.
-
Evidencia una profunda contradicción lógica al plantear que lo real es
innombrable e inaccesible; pero, sin embargo, se refiere a el, a su
comportamiento y función. Si lo real es inaccesible; pero a la vez, accesible a
través de lo simbólico, entonces es cognoscible y nominable por el lenguaje. Si
esto último es cierto, entonces, lo real podría ser comprobado a través de comprobación indirecta, con lo cual
negaríamos la propia definición de lo real.
Lo
imaginario es el “registro” no lingüístico de la psique. Se forma a través del
pensamiento más primario, el de las imágenes. De acuerdo a Freud la percepción
deja ciertas marcas psíquicas. Lacan aportó su llamado “estadio del espejo”
para explicar como el sujeto puede explicar su imagen como un Yo, diferenciado
de otro ser humano. Esta diferenciación, de acuerdo a Lacan se forma mediante
la imagen que proviene de otro.
Lo
simbólico es el registro de la psique que se funda en el lenguaje. Esta unido a
la habilidad que adquiere el infante el infante para materializar su deseo a
través del discurso. Para Lacan en el infante la Ley, el Orden y el Logos se
instaura mediante la función paterna. El pensar racional pertenece al registro
de lo simbólico.
Jacques
Lacan en el Seminario 8 La transferencia (1960-1961) sostuvo lo siguiente:
"Este
símbolo Φ (Phi mayúscula) [...] lo designé brevemente, quiero decir, de
una forma rápida y abreviada, como símbolo del lugar donde se produce la falta
del significante [...]Pero cuando lo he introducido hace un momento, he dicho símbolo
falo, y quizás este es, en efecto, el único significante que merezca en
nuestro registro - y de un modo absoluto - el título de símbolo.”
El
Símbolo (Φ Phi mayúscula) es la representación de lo que Lacan llama
entonces el «falo simbólico», que no es otra cosa que el momento de la
emergencia de la psique.
En suma, el enfoque lacaniano, en realidad, no pasa
de ser una confusa y contradictoria visión de lo psíquico. Una manipulativa
visión de la realidad que constituye, en la práctica, una reacción frente a la
razón y a sus posibilidades. El psicoanálisis lacaniano es el abandono a toda
posibilidad de enfrentar la vida con lucidez, de comprender el mundo
circundante y psíquico del ser humano. Aunque no podemos negar la gran
habilidad de Lacan para recurrir a influencias de diferentes orígenes- que iban
desde la filosofía hasta la topología y el análisis combinatorio, pasando por
enfoques tan diversas como los de Freud, Saussure, Hypolite, etc- para
justificar sus interpretaciones psicoanalíticas, podemos afirmar que estos
carecen de la consistencia interna y de la validación para ser tomados en
cuenta como argumentos racionales.
El psicoanálisis lacaniano,
discurso postmoderno y anti-razón.
El psicoanálisis lacaniano al igual que el discurso
postmoderno son tributarios de las teorías de Ferdinand de Saussure. Ambos
parten de la idea de que la realidad es, fundamentalmente, una construcción del
lenguaje y que esta no es más que una ilusión, al considerar que lo real es
inaccesible. Es decir, toda conceptualización sobre la real no es sino una
suerte de ficción, de representación simbólica sobre lo real, que queda
reservada a lo no representable, a lo incomunicable a lo incomprensible e
innombrable.
En éste sentido, toda preocupación por desentrañar
lo real, partiendo de la definición lacaniana, termina siendo infructuosa. En
términos prácticos representa la renuncia a la posibilidad de conocer. El discurso
postmoderno ha hecho suyo este planteamiento al reconocer la imposibilidad de
determinar si una representación de lo real (la realidad, de acuerdo a la
definición postmoderna inspirada en Lacan) es más verosímil que otra. . Apreciando
la propuesta postmoderna de tolerancia- desde sus fundamentos- frente a las
diversas visiones sobre lo existente, en realidad lo que encontramos no es un
afán por profundizar los planteamientos democráticos, producto de la
modernidad, sino más bien el de socavar las bases sobre las que se ha construido
el conocimiento humano, al desconocer que exista alguna posibilidad de
adentrarnos en lo real.
Sobre la aseveración de que la realidad es una
construcción social diremos lo siguiente. En principio no existe diferencia alguna
entre lo real y la realidad. Esta diferenciación nos invita a pensar lo
existente en términos metafísicos. Pero en el caso del planteamiento filosófico
de cual parte Lacan, es simplemente incognoscible, ya que el conocimiento
racional está necesariamente mediado por el lenguaje. Lo que los postmodernos
identifican como real es la realidad misma. Los llamados discursos sobre lo
real; es decir, la realidad, no son sino las representaciones simbólicas de la
realidad, pero no son la realidad misma.
Las acciones sociales o la conducta social son
efectivamente reales aún cuando se realicen partiendo de representaciones
inexactas de la realidad. Es más, la creencia misma en esas representaciones es
parte de la realidad, pero ello no implica que el contenido de esas
representaciones corresponda a la realidad. Es evidente que las acciones
sociales producen la realidad social, independientemente de que ellas se
produzcan por la acción de ideas o pensamientos que concuerden o no con la
realidad. Pero ello no implica, de ningún modo, que el discurso sobre la
realidad sea confundido con la realidad misma. La realidad social es una construcción,
efectivamente, pero no es una construcción discursiva, sino una construcción a
nivel de la praxis social. La praxis social engloba tanto las creencias que
motivan la conducta como las acciones sociales que permiten que las creencias
sean objetivadas. Para esclarecer este asunto plantearemos el siguiente
ejemplo:
Un grupo de fieles decide rendirle culto al dios en
que creen. Para ello realizan una procesión con la imagen de su dios como
símbolo de su fe. En este sentido, la creencia en su dios, independientemente
de que este en la realidad no exista más que en la cabeza de sus fieles, se
objetiviza. Sin embargo, se objetiviza la creencia y su manifestación no el
dios en el que creen. La creencia en ese dios hizo posible que se produjera la
procesión, y eso construye a la sociedad, pero ello no quiere decir, en ningún
caso, que ese dios pueda ser considerado como existente.
Slavoj Zizek |
La posición postmoderna, al negar a posibilidad de
conocer lo real, y al condenar el conocimiento a solo tener constancia de los
discursos sobre lo real lo que hace, en la práctica, es plantearnos la
imposibilidad de determinar si la forma en que es visto lo existente lo refleja
o no. Ello significa que la ciencia desaparece y que cualquier discurso, por
más disparatado que sea, es incontrovertible. Cualquier visión sobre la
realidad tiene cabida. Nada se refiere a los hechos, nada es comprobable, todo
son solo discursos, justificaciones. No hay diferencia entre lo que es racional
y lo que no lo es. En éste sentido, el discurso postmoderno constituye,
esencialmente, la mayor negación de la razón. Esto parece paradójico pues se ha
instalado eficazmente en el corazón de las ciencias sociales, incluso podríamos
decir que ocupa un papel central en el discurso antropológico y sociológico
contemporáneo, especialmente en los estudios culturalistas. Más bien diremos
que, pese a que las investigaciones inspiradas en el discurso postmoderno
pueden exhibir la aplicación de determinados métodos de investigación social,
al carecer de la pretensión por reflejar lo real, en realidad han abandonado la
primera condición para que una actividad pueda ser considerada como científica:
la búsqueda por explicar aquello que existe con independencia del observador.
Pero ello produce importantes consecuencias a nivel
de la función social que los fundamentos lacanianos cumplen en el discurso
postmoderno. Nos referimos específicamente al hecho de que las ciencias
sociales aparecieron y se desarrollaron teniendo como fin el desentrañar los
mecanismos que hacen posible la vida en las sociedades. Sin embargo, si
asumimos que todas las visiones sobre la realidad (que el lenguaje lacaniano y
postmoderno denominan “lo real”) son igualmente aceptables,-por ser lo
real inaccesible al conocimiento humano-,
entonces no existe diferencia alguna entre una explicación mitológica sobre la
realidad o una propia de las llamadas ciencias sociales. Esta es, precisamente,
la razón por la que los intelectuales postmodernos utilizan el término discurso
para todo tipo de visión y explicación de la realidad y omiten de manera
deliberada la definición de ciencia para las descripciones y explicaciones
obtenidas por enfoques y métodos científicos.
Si la modernidad significó la época de la supremacía
de la razón; entonces, la postmodernidad no es otra que la anti-modernidad. La
época de la anti-razón, el fin de las ciencias, y en particular de las ciencias
sociales. No es la crítica de la razón desde la razón la que la anima sino la
negación de la razón desde la sinrazón.
Conclusión
El discurso lacaniano, como fuente principal de la
interpretación postmoderna de la realidad, ha contribuido, como discurso
social, como interpretación de la realidad social a dos cosas fundamentales:
por un lado a eliminar la cientificidad de las ciencias sociales,
impregnándolas no sólo de un contenido metafísico sino también de la
imposibilidad de que éste sea accesible al entendimiento humano. Por otro lado,
al asumir que las ciencias sociales no son sino simples discursos ideológicos,
carentes de todo potencial explicativo, quedan despojadas no solo del reconocimiento
de su capacidad analítica, sino de su función social.
En este sentido, diremos que aquellas
interpretaciones asentadas sobre los conceptos lacanianos de lo real y de su
diferenciación radical con la realidad contribuyen al desmantelamiento de la
cientificidad de las ciencias sociales, a su conversión en simples discursos
banales, oscuros y alienantes.
La renuncia al conocimiento implica, necesariamente,
el abandono de toda determinación de la realidad, y por ende de la crítica; habida
cuenta que la crítica parte de la discriminación entre los diferentes enfoques
sobre la realidad, a la luz de los fenómenos y hechos. No hay crítica sin
referencia a la realidad (o lo real como le llaman los postmodernos) y la
contrastación de posiciones frente a otros enfoques sobre la realidad. En este
sentido, la postmodernidad como conjunto de planteamientos teóricos sustentados
en un relativismo irracionalmente sustentado, hace imposible toda crítica y,
por ende, todo cambio social. En suma, el discurso postmoderno es,
esencialmente, un discurso conservador sustentado en la irracionalidad.
[1] El término matema fue
introducido por Lacan para referirse a la conversión de su propuesta
psicoanalítica a la notación algebraica. El término fue tomado del término
mito, trabajado por Lévi-Strauss y el griego mathema, que se puede entender
como conocimiento.
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