Ética y conducta social Individual



Ética y sociedad
Toda significación entraña una valoración, y toda valoración de las conductas humanas es un asunto  ético. Lo bueno y lo malo es un espacio de legitimación o cuestionamiento al orden social: la ética cumple un papel de primer nivel para ocultar o develar a los fundamentos ideológicos del orden social.

El problema ético nace de la reflexión que el hombre realiza sobre sus propios actos. Por ende, es  la conducta el centro de la preocupación ética. Las conductas humanas son acciones u omisiones, resultantes del libre ejercicio  de la voluntad consciente.

Adam Smith
Al interior de la ética- como quehacer filosófico-  existe una multiplicidad de enfoques y perspectivas; sin embargo, son dos los que resumen el dilema moral contemporáneo: el utilitarismo - que se centra  en los resultados de las conductas, independientemente de las intenciones individuales de sus agentes- ; y, el  kantiano,  orientado hacia el mundo interior del actor social, por considerar que sus conductas son la expresión de este.

El utilitarismo ingles de los  siglos XVIII y XIX- corriente ética que sirvió de fundamento legitimador al capitalismo desde la primera revolución industrial- sostiene que los individuos  actúan en concordancia con sus intereses egoístas, no siendo ello  obstáculo para que se pueda alcanzar  el bien común. Así, el bien- desde el utilitarismo-se mide por sus resultados, por sus consecuencias prácticas para la sociedad. En suma, si las consecuencias sociales son buenas, los actos son buenos.

Como contraparte, frente a  la imagen utilitarista de lo bueno y lo malo   encontramos los planteamientos de Kant. El Filosofo Prusiano Oriental planteo- a diferencia de su contemporáneo Adam Smith, el más destacado precursor del utilitarismo- que la conducta humana, llamada  por él como "razón práctica", esta guiada por dos imperativos: el categórico y el hipotético. El categórico se refiere a aquellos valores universales que guían una conducta. Ocurre  cuando el agente prescinde de sus intereses egoístas anteponiendo el "deber ser"; mientras que el hipotético se realiza cuando el agente antepone su interés particular al "deber ser".

Inmanuel Kant
Es menester advertir que si bien es cierto que  la ética es la reflexión que- desde la filosofía- se realiza con el fin de determinar criterios valorativos universalmente validos; también lo  es que esta se orienta a resolver, fundamentalmente, el significado de la conducta social -individual o colectiva- en el conjunto de la sociedad. Es decir, la ética busca responder a la pregunta sobre  la significación de la conducta humana-desde la perspectiva valorativa- en la sociedad.

Por ello, las respuestas a  las cuestiones éticas  no se deben resolver exclusivamente  en la discusión exclusivamente  filosófica - generalmente abstracta y, a veces, muy alejada de los hechos sociales- sino en la terrenalidad de la vida social.

Producto de la confrontación entre la realidad social y ambos enfoques filosóficos surgen dos cuestiones de fundamental importancia: ¿es posible alcanzar el bien común a través  de actos puramente egoístas?; y, ¿es posible que existan conductas sociales universalmente buenas o malas?

Estas preguntas no las intentaremos responder simplemente a través del puro razonamiento filosófico, pues corremos el peligro- siempre latente- de perdernos en irrealidades bellamente hilvanadas. Por ello, es menester abordar  estas cuestiones desde la reflexión social misma.

Ética, conducta social y mercado.

Para abordar esta cuestión tomaremos como modelo al mercado, fundamento del orden socio-económico contemporáneo. La razón de ello es que el mercado constituye el arquetipo de la libertad individual.  En él los individuos se comportan de una manera exclusivamente egoísta. Todos concurren al mercado para satisfacer sus necesidades y deseos,  sin considerar los intereses de los demás, incluso sin pensar en lo más conveniente para el  funcionamiento del propio mercado.

Si los mercados pueden garantizar el bien común, entonces, si es posible afirmar que el bien común puede surgir de la búsqueda egoísta por maximizar los beneficios. Pero si el mercado no ha logrado garantizar  el bien común, entonces diremos que no es posible alcanzar el bienestar general como resultado de conductas individuales orientadas a satisfacer intereses egoístas.

El llamado  mercado de competencia perfecta  nos ofrece una imagen de la economía y del orden social según  la cual  todos quienes participan en él  buscan satisfacer sus intereses; pero donde ninguno de ellos tiene el poder suficiente para imponer los propios a los demás. Esta situación - ofrecida por este modelo teórico, nunca realizado- es la que posibilitaría  una eficaz y eficiente asignación de los recursos económicos. Es un paradigma, según el  cual seria posible conciliar el interés individual con el bien común, de instituir una sociedad estructuralmente ética.

Sin embargo el panorama de las relaciones económicas luce diametralmente opuesto al descrito por el modelo teórico de la economía de competencia perfecta. En la sociedad real, en la vida misma, encontramos individuos realizando comportamientos económicos, muchas veces  tomando decisiones de nefastas consecuencias para la sociedad: desigualdad social a niveles extremos, que condena a la miseria más absoluta a la mayor parte de la humanidad; la guerra, como medio de enriquecimiento de grandes multinacionales; destrucción medio ambiental;  entre otros. Ello nos muestra la enorme debilidad e inoperancia  del utilitarismo como modelo para entender el funcionamiento deseable de la sociedad a partir, exclusivamente, de las conductas individuales.

Esta situación se produce porque este modelo ético prescinde de elementos sustanciales para comprender las relaciones sociales,  como es el caso del poder. El poder, entendido como la capacidad de imponer el interés propio a los de los demás, es una constante en cualquier sociedad estratificada, más aun en cualquier sociedad clasista, en la que las diferencias se afirman sobre desigualdades de índole económica.

Suponiendo entonces que pudiésemos construir una ética sustentada en algunas  mínimas coincidencias- compartidas por el conjunto de la sociedad- esto no aseguraría un sistema donde los agentes actuarían según estos principios. Es decir, la idea de Kant, consistente en que los individuos se comporten en sociedad de acuerdo a lo universalmente bueno o malo, prescindiendo de sus intereses particulares, es inviable. La razón de esta inviabilidad radica en que solo podría ser posible bajo dos supuestos: de que todos los agentes de la sociedad en su conjunto aceptaran la preeminencia de los intereses de la sociedad sobre los propios; y, además, que renunciaran a los mecanismos del poder que los hace posible.

Conclusión

En suma, considerando que los mercados no son de competencia perfecta; sino de una relativa competencia, en la cual existe una gran cantidad de agentes, cada uno de los cuales lucha por sus intereses egoístas en desiguales condiciones de poder; no es posible alcanzar el bien común. Más bien, ante la imposibilidad de que el bien común pueda ser alcanzado a través de las conductas egoístas, diremos que la única forma en que el bien común puede ser alcanzado es a través de la construcción de acuerdos sociales mínimos, pero acompañados de mecanismos de poder y control que garanticen, al menos, las condiciones mínimas de su cumplimiento.

El mercado, bajo esta perspectiva, es un espacio de interacción que permite afianzar ciertos intereses individuales en desmedro del bienestar general. De ser un espacio de libertad termina transmutado en una dictadura que puede terminar siendo opresiva. En términos prácticos implica que las conductas individuales, en general, y los mercados, en particular, son absolutamente incapaces, por sí solos, de producir el bien común sino cuentan con mecanismos de control económico y social.

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