El espacio de la ideología y el poder del miedo
En gran medida el poder, que les confiere a las organizaciones y al mercado la posibilidad de convertir a los hombres en simple instrumento de éstos, de des-individualizarlos y transformarlos en sólo parte de la masa, de hacerles sentir que sólo pueden ser yo cuando son otros está sustentado en el miedo. Ese miedo está instalado en lo más profundo ser. Es el control de las posibilidades de la imaginación y por ende de la crítica racional que no puede afirmarse sin aquella. El miedo está bien instalado en aquellas esferas de la mente pre-racional, y por ello es poderoso como modelador social y conductual.
Esta faceta del poder no involucra que éste pueda operar independientemente y al margen de toda ideología. El mercado, cómo forma suprema y sublimada de las relaciones entre los hombres, las cuales son presentadas como de libertad, brinda un poderoso espacio para la realización del discurso ideológico y por ende para la alienación del hombre frente al sistema.
El miedo a dejar de pertenecer a la masa nos impide individualizarnos, en el sentido de afirmación contra el discurso masificador. Pero de igual manera y con gran fuerza se afirma otro miedo: el de no tener éxito en la sociedad y estar condenados a ocupar una posición marginal dentro de la masa. Este último imperativo, que convierte nuestras vidas en una carrera precipitada, individualista y sin tregua se desprende del primero. Frente a esta situación aparecen discursos que buscan modelar la conducta y apaciguar el sufrimiento, haciéndolo soportable y a la vez, permitiendo la segura reproducción del sistema.
El miedo a dejar de ser masa, cómo última instancia de soporte del sistema es absolutamente irracional y no está sustentado en discurso ideológico alguno, controla las posibilidades de imaginar un mundo distinto y por ende la acción, modela el comportamiento anómico, de forma tal que la anomia termina siendo, en muchos casos, parte importante del funcionamiento del propio sistema y raras veces un cuestionamiento serio a él.
El individuo no imagina la posibilidad de no pertenecer a la masa porque cree que no es posible una sociedad des-masificada, es decir, considera a la sociedad como algo dado, la percibe a-históricamente. Considera que su apartamiento de la masa conllevaría a su propia destrucción. Esta situación de potencial desprotección le aterra, constituyendo ello una sensación profundamente irracional. ¿cuál es el espacio que ocupa la ideología en la consolidación del poder?
El hecho de que el hombre no se atreva, por miedo a afirmar su individualidad contra la masa, no implica que no aspire a alcanzarla. Existe una permanente búsqueda de afirmación del yo. La individualidad, paradógicamente, es uno de los valores más firmemente difundidos por el sistema contemporáneo. No es nadie si no se es individual.
Esta búsqueda por afirmarse como individualidad se transforma, en la mayoría de los casos, en la aspiración de alcanzar posiciones elevadas en la sociedad. En las sociedades capitalistas contemporáneas las posiciones elevadas van acompañadas, cuando no generadas por un alto nivel económico. El “éxito” económico es el éxito en general y lo que se logra pero no va acompañado de lo económico no es éxito, sino más bien un objetivo cumplido, que probablemente no pase de ser un medio para alcanzar el definitivo o económico.
Siendo parte de los niveles más altos de la sociedad el hombre puede sentir que afirma su individualidad al no depender de un sinnúmero de organizaciones que lo oprimen, cómo puede ser el caso de la empresa donde debía laborar durante jornadas extenuantes frente a las horas de ocio de las que ahora puede disfrutar. Esto le puede permitir, en alguna medida, vencer la angustia y frustración que la supervivencia diaria le imponen. Sin embargo, ello no implica que haya dejado de ser masa, sólo ha ingresado al corazón de ella, se ha salvado de la tormentosa situación de pertenecer a sus espacios más marginales.
A este nivel opera la ideología. Ésta a través de un discurso racional opera introduciendo el mensaje de que todos, al ser racionales y poseer libertad tienen posibilidades de alcanzar el éxito. Esto es, que no es necesario exorcizar el miedo a pertenecer a la masa, basta integrarse a ella convenientemente, aprovechar los espacios que la estructura social nos brinda para escapar al miedo al fracaso. La sensación de éxito sirve cómo mecanismo compensatorio frente a la opresión derivada de pertenecer a la masa.
Así planteadas las cosas, la ideología constituye un discurso modelador de las conductas sociales orientada a permitir que el sistema se siga reproduciendo, permitiendo que la insatisfacción de pertenecer a la masa se traduzca en la subversión del orden. La presentación de personajes nacidos “desde abajo” que han alcanzado el “éxito” permite reforzar la idea de que todos, con la suficiente templanza pueden alcanzarlo; pero a la vez, legitima al sistema, ya que nos presenta al sistema como un orden justo dentro del cual hay que luchar infatigablemente y que no es necesario cambiar.
Esta ideología, hecha cuerpo, interiorizada se traduce en alienación. Construcción de una imagen alterada de la realidad, consistente en la creencia de que todos tienen la posibilidad de ser ricos y escapar de las frustraciones y angustias que la pertenencia a la masa comporta. La alienación consiste en creer todos cuentan con la posibilidad de alcanzar una situación en la cual las compensaciones de la pertenencia a la masa puedan superar o eventualmente eliminar las frustraciones y angustias derivadas de ser parte de ella.
Esta faceta del poder no involucra que éste pueda operar independientemente y al margen de toda ideología. El mercado, cómo forma suprema y sublimada de las relaciones entre los hombres, las cuales son presentadas como de libertad, brinda un poderoso espacio para la realización del discurso ideológico y por ende para la alienación del hombre frente al sistema.
El miedo a dejar de pertenecer a la masa nos impide individualizarnos, en el sentido de afirmación contra el discurso masificador. Pero de igual manera y con gran fuerza se afirma otro miedo: el de no tener éxito en la sociedad y estar condenados a ocupar una posición marginal dentro de la masa. Este último imperativo, que convierte nuestras vidas en una carrera precipitada, individualista y sin tregua se desprende del primero. Frente a esta situación aparecen discursos que buscan modelar la conducta y apaciguar el sufrimiento, haciéndolo soportable y a la vez, permitiendo la segura reproducción del sistema.
El miedo a dejar de ser masa, cómo última instancia de soporte del sistema es absolutamente irracional y no está sustentado en discurso ideológico alguno, controla las posibilidades de imaginar un mundo distinto y por ende la acción, modela el comportamiento anómico, de forma tal que la anomia termina siendo, en muchos casos, parte importante del funcionamiento del propio sistema y raras veces un cuestionamiento serio a él.
El individuo no imagina la posibilidad de no pertenecer a la masa porque cree que no es posible una sociedad des-masificada, es decir, considera a la sociedad como algo dado, la percibe a-históricamente. Considera que su apartamiento de la masa conllevaría a su propia destrucción. Esta situación de potencial desprotección le aterra, constituyendo ello una sensación profundamente irracional. ¿cuál es el espacio que ocupa la ideología en la consolidación del poder?
El hecho de que el hombre no se atreva, por miedo a afirmar su individualidad contra la masa, no implica que no aspire a alcanzarla. Existe una permanente búsqueda de afirmación del yo. La individualidad, paradógicamente, es uno de los valores más firmemente difundidos por el sistema contemporáneo. No es nadie si no se es individual.
Esta búsqueda por afirmarse como individualidad se transforma, en la mayoría de los casos, en la aspiración de alcanzar posiciones elevadas en la sociedad. En las sociedades capitalistas contemporáneas las posiciones elevadas van acompañadas, cuando no generadas por un alto nivel económico. El “éxito” económico es el éxito en general y lo que se logra pero no va acompañado de lo económico no es éxito, sino más bien un objetivo cumplido, que probablemente no pase de ser un medio para alcanzar el definitivo o económico.
Siendo parte de los niveles más altos de la sociedad el hombre puede sentir que afirma su individualidad al no depender de un sinnúmero de organizaciones que lo oprimen, cómo puede ser el caso de la empresa donde debía laborar durante jornadas extenuantes frente a las horas de ocio de las que ahora puede disfrutar. Esto le puede permitir, en alguna medida, vencer la angustia y frustración que la supervivencia diaria le imponen. Sin embargo, ello no implica que haya dejado de ser masa, sólo ha ingresado al corazón de ella, se ha salvado de la tormentosa situación de pertenecer a sus espacios más marginales.
A este nivel opera la ideología. Ésta a través de un discurso racional opera introduciendo el mensaje de que todos, al ser racionales y poseer libertad tienen posibilidades de alcanzar el éxito. Esto es, que no es necesario exorcizar el miedo a pertenecer a la masa, basta integrarse a ella convenientemente, aprovechar los espacios que la estructura social nos brinda para escapar al miedo al fracaso. La sensación de éxito sirve cómo mecanismo compensatorio frente a la opresión derivada de pertenecer a la masa.
Así planteadas las cosas, la ideología constituye un discurso modelador de las conductas sociales orientada a permitir que el sistema se siga reproduciendo, permitiendo que la insatisfacción de pertenecer a la masa se traduzca en la subversión del orden. La presentación de personajes nacidos “desde abajo” que han alcanzado el “éxito” permite reforzar la idea de que todos, con la suficiente templanza pueden alcanzarlo; pero a la vez, legitima al sistema, ya que nos presenta al sistema como un orden justo dentro del cual hay que luchar infatigablemente y que no es necesario cambiar.
Esta ideología, hecha cuerpo, interiorizada se traduce en alienación. Construcción de una imagen alterada de la realidad, consistente en la creencia de que todos tienen la posibilidad de ser ricos y escapar de las frustraciones y angustias que la pertenencia a la masa comporta. La alienación consiste en creer todos cuentan con la posibilidad de alcanzar una situación en la cual las compensaciones de la pertenencia a la masa puedan superar o eventualmente eliminar las frustraciones y angustias derivadas de ser parte de ella.
Comentarios
Ante todo enviarte un caluroso saludo. Me alegra recibir tu comentario
sobre "Lo psíquico: el nuevo espacio de la dominación", además de
considerarlo como "una aguda lectura de lo que el sistema actual
despliega en nuestra conciencia". Te envío una respuesta provisional a
tu observación con respecto a la posibilidad de que yo haya "caído en
la modorra y ya no cuaestione o tenga miedo a cuestionar". Tiene este
carácter puesto que la auténtica respuesta deberá desprenderse
necasariamente de un texto que analice con mayor detalle y profundidad
estos temas.
-En primer lugar, considero que el sistema al haberse instalado tan
poderosamente en lo psíquico se ha hecho parcialmente impermeable a
las críticas tradicionales del marxismo, por ello no arribo tan
facilmente a plantear una solución en éste sentido.
- "Lo psiquico: el nuevo espacio de la dominación" guarda un gran
nivel de concordancia con el individuo y la masa, pero también con el
trabajo que he publicado en mi blogg sobre el valor de uso, en el cual
no sólo hago una crítica al enfoque de la economía marxista ( No se
interprete crítica como oposición) y sostengo que es necesario
refundar la crítica hacia la economía moderna, pero ya no sobre la
base del análisis del valor de cambio, que llevó a Marx a la idea de
la plusvalía, sino cómo valor de uso, cómo signo y poder simbólico,
que explica el consumismo, auténtico sostén de la dinámica del
capitalismo contemporáneo. Es la refundación de la crítica de la
economía la que puede proveer de nuevas armas ideológicas para
enfrentarse al poder del sistema en lo psíquico.
Otra vez, y cómo lo hiciera Marx hace siglo y medio es necesario
reemprender una crítica a la economía desde sus bases epistemológicas
que levará a la destrucción incluso de los paradigmas políticos
liberales, como es el caso de la llamada "elección racional", ustento
ideológico del liberalismo contemporáneo.
En todo caso, estimado amigo no le niego razón a tu reclamo redactado
cómo pregunta. Quiero críticar el sistema, pero de forma demoledora y
llegando hasta la razón instituyente, como lo diría Castoriadis y no
arribando a la frase trillada en la cual pocos creen. Estoy convencido
que estamos en esa misma intención intelectual y crítica.
Un abrazo, hasta pronto ( Sería bueno organizar algo en Villarreal)
Daniel Loayza Herrera