La ilustración en el pensamiento de Túpac Amaru II
La ilustración en el pensamiento de Túpac Amaru II
Por: Daniel Loayza Herrera
Pensar en José Gabriel Condorcanqui, perennizado en la memoria histórica colectiva como Túpac Amaru II, es remontarnos a uno de los momentos más dramáticos de nuestra historia, donde la violencia se convirtió en el principal medio de relación entre los distintos grupos sociales.
Túpac Amaru II era su nombre dinástico inca al cual tenía derecho por ser descendiente del último de los Incas de Vilcabamba, Felipe Túpac Amaru, mandado matar por orden del Virrey Toledo.
El siglo XVIII, época en la que Túpac Amaru II encabezó el movimiento social indígena anti-colonial más importante del mundo hispanoamericano, es crucial para la historia del Perú. En aquellos momentos las viejas estructuras económicas, sociales y políticas que sustentaban la situación colonial en América y en especial la del Perú empezaban a resquebrajarse.
A nivel de la metrópoli, la decadencia española era ya un hecho indiscutible, las reformas borbónicas, impulsadas por el Rey Carlos III, no dieron los resultados esperados, fracasando en el intento convertir a España en una potencia de primer orden, como aquel lejano siglo XVI, de Carlos I y Felipe II.
En el virreinato del Perú, la pérdida de la exclusividad comercial del Callao, fruto de la aparición de nuevos Virreinatos, como fue el caso de Nueva Granada y el Río de la Plata, significó el debilitamiento de la posición de los comerciantes limeños, verdadero sector dominante del Perú de aquel entonces. Esta situación se agravó con la dependencia política y administrativa que el Alto Perú pasó a tener frente al Virreinato del Río de la Plata, debilitándose las relaciones a nivel del importante ciscuito Cusco- Potosí.
Las reformas borbónicas trajeron aumentos en los impuestos y una sensación de inseguridad entre los caciques por la posibilidad de perder derechos ancestralmente reconocidos.
Estos caciques, antiguos curacas incas, jefes de ayllus, buscaron permanentemente el reconocimiento de su linaje y con ello de las preeminencias de las que disfrutaban, para lo cual reforzaron el uso de iconografía inca y se hicieron retratar a la usanza inca.
La condición de cacique de Túpac Amaru II y la masiva participación indígena en el movimiento, llevó a algunos investigadores a entender el movimiento de Túpac Amaru como un movimiento indígena que planteaba un retorno al Tahuantinsuyo; a otros, a percibir a su líder como un luchador que buscaba ciertas reivindicaciones sociales para los sectores campesinos, como ocurrió cuando se le presentó como el precursor de la reforma agraria velazquista; un tercer grupo, mas bien lo ha visto como el cacique mestizo que se rebeló porque fue afectado por el alza de los impuestos ocurrida en los años previos a la estallido social de 1780.
Túpac Amaru II era mestizo, su mujer tenía sangre indígena y negra. Sus hijos al tener sangre española, indígena y negra eran la mejor síntesis de lo que era el Perú en el siglo XVIII: una realidad social diversa que no se podía ni se debía negar y con la que se tendría que contar para propiciar la transformación, que era socialmente mucho más compleja y contradictoria que en 1532, cuando Pizarro llegó a estas tierras.
Carlos Daniel Valcárcel, uno de los historiadores pioneros en la investigación sobre éste tema destacó el acceso que José Gabriel tuvo, como hombre educado y de cierta posición económica y social, al pensamiento ilustrado. Las lecturas de Voltaire, Rousseau y Montesquieu, entre otros, no fueron ajenas al cacique de Tungasuca. El tuvo a oportunidad de frecuentar algunos círculos secretos donde se acostumbraba leer libros de aquellos autores prohibidos y de compartir puntos de vista sobre la realidad social de entonces.
No es casualidad de que encontremos en el proyecto transformador de Túpac Amaru II influencias de la ilustración. Pero estas influencias no están signadas por la simple repetición del pensamiento ilustrado europeo; más bien diremos que es la reinterpretación del pensamiento moderno desde los andes. Túpac Amaru en su ideología encierra la comunicación de los tres tiempos y de los dos mundos: el andino y el occidental.
El primer tiempo, se refiere al pasado pre-hispánico, está dado por la restitución del indígena a su condición de dueño de su mundo, de su vida y existencia. También se refiere al reconocimiento de su linaje de Inca y por ello a su derecho a ser el gobernante de éstas tierras.
El segundo tiempo, el siglo XVIII, está dado por la constatación de la realidad de opresión que sufre el indígena, pero también por la constatación de que los explotados y marginados no sólo son indígenas, que son todos los no españoles; dándole un contenido social, más allá de lo étnico, a su movimiento.
El tercer tiempo, el tiempo del futuro, está dado por la necesidad de conformar una monarquía independiente de España, como forma política que represente los intereses de éstos grupos sociales que serían aglutinados bajo a imagen de lo inca conformar una nación.
Los elementos modernos dentro de este enfoque saltan a la vista. Por un lado, se plantea la conformación de un Estado-Nación constituido sobre la base de la territorialidad. Esta territorialidad se evidencia en dos hechos fundamentales: en primer lugar en la negativa frente a los nacidos en la península y la afirmación de la unidad de los nacidos en América y en segundo lugar, en su propia afirmación de gobernante por ser el descendiente de los legítimos gobernantes de éstas tierras, siendo esta última condición la que hacía posible que gobernara legítimamente a los no indios.
En segundo lugar, el planteamiento de Túpac Amaru II, de que todos los no españoles “vivan como hermanos en un solo cuerpo”, lo cual supone la desaparición de las diferencias estamentales y de casta para pasar a un orden de igualación legal. Esta idea de la igualdad ante la ley es una invención occidental y moderna, producto de la ilustración, que se orienta a la conformación de la ciudadanía.
Sin embargo, ha habido poco detenimiento en percibir el alcance de las propuestas de Túpac Amaru II. Es conocido el hecho que Condorcanqui buscaba la conformación de un frente anti-español, compuesto por criollos, mestizos, indígenas, negros y los grupos conocidos como las “castas mixtas”; también lo es que éste pensaba convertirse en Inca-Rey, estableciendo una monarquía que no significara un simple retorno al incario.
Pensar en José Gabriel Condorcanqui, perennizado en la memoria histórica colectiva como Túpac Amaru II, es remontarnos a uno de los momentos más dramáticos de nuestra historia, donde la violencia se convirtió en el principal medio de relación entre los distintos grupos sociales.
Túpac Amaru II era su nombre dinástico inca al cual tenía derecho por ser descendiente del último de los Incas de Vilcabamba, Felipe Túpac Amaru, mandado matar por orden del Virrey Toledo.
El siglo XVIII, época en la que Túpac Amaru II encabezó el movimiento social indígena anti-colonial más importante del mundo hispanoamericano, es crucial para la historia del Perú. En aquellos momentos las viejas estructuras económicas, sociales y políticas que sustentaban la situación colonial en América y en especial la del Perú empezaban a resquebrajarse.
A nivel de la metrópoli, la decadencia española era ya un hecho indiscutible, las reformas borbónicas, impulsadas por el Rey Carlos III, no dieron los resultados esperados, fracasando en el intento convertir a España en una potencia de primer orden, como aquel lejano siglo XVI, de Carlos I y Felipe II.
En el virreinato del Perú, la pérdida de la exclusividad comercial del Callao, fruto de la aparición de nuevos Virreinatos, como fue el caso de Nueva Granada y el Río de la Plata, significó el debilitamiento de la posición de los comerciantes limeños, verdadero sector dominante del Perú de aquel entonces. Esta situación se agravó con la dependencia política y administrativa que el Alto Perú pasó a tener frente al Virreinato del Río de la Plata, debilitándose las relaciones a nivel del importante ciscuito Cusco- Potosí.
Las reformas borbónicas trajeron aumentos en los impuestos y una sensación de inseguridad entre los caciques por la posibilidad de perder derechos ancestralmente reconocidos.
Estos caciques, antiguos curacas incas, jefes de ayllus, buscaron permanentemente el reconocimiento de su linaje y con ello de las preeminencias de las que disfrutaban, para lo cual reforzaron el uso de iconografía inca y se hicieron retratar a la usanza inca.
La condición de cacique de Túpac Amaru II y la masiva participación indígena en el movimiento, llevó a algunos investigadores a entender el movimiento de Túpac Amaru como un movimiento indígena que planteaba un retorno al Tahuantinsuyo; a otros, a percibir a su líder como un luchador que buscaba ciertas reivindicaciones sociales para los sectores campesinos, como ocurrió cuando se le presentó como el precursor de la reforma agraria velazquista; un tercer grupo, mas bien lo ha visto como el cacique mestizo que se rebeló porque fue afectado por el alza de los impuestos ocurrida en los años previos a la estallido social de 1780.
Túpac Amaru II era mestizo, su mujer tenía sangre indígena y negra. Sus hijos al tener sangre española, indígena y negra eran la mejor síntesis de lo que era el Perú en el siglo XVIII: una realidad social diversa que no se podía ni se debía negar y con la que se tendría que contar para propiciar la transformación, que era socialmente mucho más compleja y contradictoria que en 1532, cuando Pizarro llegó a estas tierras.
Carlos Daniel Valcárcel, uno de los historiadores pioneros en la investigación sobre éste tema destacó el acceso que José Gabriel tuvo, como hombre educado y de cierta posición económica y social, al pensamiento ilustrado. Las lecturas de Voltaire, Rousseau y Montesquieu, entre otros, no fueron ajenas al cacique de Tungasuca. El tuvo a oportunidad de frecuentar algunos círculos secretos donde se acostumbraba leer libros de aquellos autores prohibidos y de compartir puntos de vista sobre la realidad social de entonces.
No es casualidad de que encontremos en el proyecto transformador de Túpac Amaru II influencias de la ilustración. Pero estas influencias no están signadas por la simple repetición del pensamiento ilustrado europeo; más bien diremos que es la reinterpretación del pensamiento moderno desde los andes. Túpac Amaru en su ideología encierra la comunicación de los tres tiempos y de los dos mundos: el andino y el occidental.
El primer tiempo, se refiere al pasado pre-hispánico, está dado por la restitución del indígena a su condición de dueño de su mundo, de su vida y existencia. También se refiere al reconocimiento de su linaje de Inca y por ello a su derecho a ser el gobernante de éstas tierras.
El segundo tiempo, el siglo XVIII, está dado por la constatación de la realidad de opresión que sufre el indígena, pero también por la constatación de que los explotados y marginados no sólo son indígenas, que son todos los no españoles; dándole un contenido social, más allá de lo étnico, a su movimiento.
El tercer tiempo, el tiempo del futuro, está dado por la necesidad de conformar una monarquía independiente de España, como forma política que represente los intereses de éstos grupos sociales que serían aglutinados bajo a imagen de lo inca conformar una nación.
Los elementos modernos dentro de este enfoque saltan a la vista. Por un lado, se plantea la conformación de un Estado-Nación constituido sobre la base de la territorialidad. Esta territorialidad se evidencia en dos hechos fundamentales: en primer lugar en la negativa frente a los nacidos en la península y la afirmación de la unidad de los nacidos en América y en segundo lugar, en su propia afirmación de gobernante por ser el descendiente de los legítimos gobernantes de éstas tierras, siendo esta última condición la que hacía posible que gobernara legítimamente a los no indios.
En segundo lugar, el planteamiento de Túpac Amaru II, de que todos los no españoles “vivan como hermanos en un solo cuerpo”, lo cual supone la desaparición de las diferencias estamentales y de casta para pasar a un orden de igualación legal. Esta idea de la igualdad ante la ley es una invención occidental y moderna, producto de la ilustración, que se orienta a la conformación de la ciudadanía.
Sin embargo, ha habido poco detenimiento en percibir el alcance de las propuestas de Túpac Amaru II. Es conocido el hecho que Condorcanqui buscaba la conformación de un frente anti-español, compuesto por criollos, mestizos, indígenas, negros y los grupos conocidos como las “castas mixtas”; también lo es que éste pensaba convertirse en Inca-Rey, estableciendo una monarquía que no significara un simple retorno al incario.
Túpac Amaru II era mestizo, su mujer tenía sangre indígena y negra. Sus hijos al tener sangre española, indígena y negra eran la mejor síntesis de lo que era el Perú en el siglo XVIII: una realidad social diversa que no se podía ni se debía negar y con la que se tendría que contar para propiciar la transformación, que era socialmente mucho más compleja y contradictoria que en 1532, cuando Pizarro llegó a estas tierras.
Carlos Daniel Valcárcel, uno de los historiadores pioneros en la investigación sobre éste tema destacó el acceso que José Gabriel tuvo, como hombre educado y de cierta posición económica y social, al pensamiento ilustrado. Las lecturas de Voltaire, Rousseau y Montesquieu, entre otros, no fueron ajenas al cacique de Tungasuca. El tuvo a oportunidad de frecuentar algunos círculos secretos donde se acostumbraba leer libros de aquellos autores prohibidos y de compartir puntos de vista sobre la realidad social de entonces.
No es casualidad de que encontremos en el proyecto transformador de Túpac Amaru II influencias de la ilustración. Pero estas influencias no están signadas por la simple repetición del pensamiento ilustrado europeo; más bien diremos que es la reinterpretación del pensamiento moderno desde los andes. Túpac Amaru en su ideología encierra la comunicación de los tres tiempos y de los dos mundos: el andino y el occidental.
El primer tiempo, se refiere al pasado pre-hispánico, está dado por la restitución del indígena a su condición de dueño de su mundo, de su vida y existencia. También se refiere al reconocimiento de su linaje de Inca y por ello a su derecho a ser el gobernante de éstas tierras.
El segundo tiempo, el siglo XVIII, está dado por la constatación de la realidad de opresión que sufre el indígena, pero también por la constatación de que los explotados y marginados no sólo son indígenas, que son todos los no españoles; dándole un contenido social, más allá de lo étnico, a su movimiento.
El tercer tiempo, el tiempo del futuro, está dado por la necesidad de conformar una monarquía independiente de España, como forma política que represente los intereses de éstos grupos sociales que serían aglutinados bajo a imagen de lo inca conformar una nación.
Los elementos modernos dentro de este enfoque saltan a la vista. Por un lado, se plantea la conformación de un Estado-Nación constituido sobre la base de la territorialidad. Esta territorialidad se evidencia en dos hechos fundamentales: en primer lugar en la negativa frente a los nacidos en la península y la afirmación de la unidad de los nacidos en América y en segundo lugar, en su propia afirmación de gobernante por ser el descendiente de los legítimos gobernantes de éstas tierras, siendo esta última condición la que hacía posible que gobernara legítimamente a los no indios.
En segundo lugar, el planteamiento de Túpac Amaru II, de que todos los no españoles “vivan como hermanos en un solo cuerpo”, lo cual supone la desaparición de las diferencias estamentales y de casta para pasar a un orden de igualación legal. Esta idea de la igualdad ante la ley es una invención occidental y moderna, producto de la ilustración, que se orienta a la conformación de la ciudadanía.
Partiendo de esto diremos que Túpac Amaru II, más allá de la exaltación que se ha hecho de los ideólogos de la independencia, representa una versión peruana de la modernidad ilustrada, una reinterpretación de la ilustración desde los Andes, de una modernidad, que se afirma en el rescate del hombre andino como inclusión, y que se aleja de las opciones ilustradas criollas que más sirvieron para marginarlo y justificar su explotación durante la república.
Carlos Daniel Valcárcel, uno de los historiadores pioneros en la investigación sobre éste tema destacó el acceso que José Gabriel tuvo, como hombre educado y de cierta posición económica y social, al pensamiento ilustrado. Las lecturas de Voltaire, Rousseau y Montesquieu, entre otros, no fueron ajenas al cacique de Tungasuca. El tuvo a oportunidad de frecuentar algunos círculos secretos donde se acostumbraba leer libros de aquellos autores prohibidos y de compartir puntos de vista sobre la realidad social de entonces.
No es casualidad de que encontremos en el proyecto transformador de Túpac Amaru II influencias de la ilustración. Pero estas influencias no están signadas por la simple repetición del pensamiento ilustrado europeo; más bien diremos que es la reinterpretación del pensamiento moderno desde los andes. Túpac Amaru en su ideología encierra la comunicación de los tres tiempos y de los dos mundos: el andino y el occidental.
El primer tiempo, se refiere al pasado pre-hispánico, está dado por la restitución del indígena a su condición de dueño de su mundo, de su vida y existencia. También se refiere al reconocimiento de su linaje de Inca y por ello a su derecho a ser el gobernante de éstas tierras.
El segundo tiempo, el siglo XVIII, está dado por la constatación de la realidad de opresión que sufre el indígena, pero también por la constatación de que los explotados y marginados no sólo son indígenas, que son todos los no españoles; dándole un contenido social, más allá de lo étnico, a su movimiento.
El tercer tiempo, el tiempo del futuro, está dado por la necesidad de conformar una monarquía independiente de España, como forma política que represente los intereses de éstos grupos sociales que serían aglutinados bajo a imagen de lo inca conformar una nación.
Los elementos modernos dentro de este enfoque saltan a la vista. Por un lado, se plantea la conformación de un Estado-Nación constituido sobre la base de la territorialidad. Esta territorialidad se evidencia en dos hechos fundamentales: en primer lugar en la negativa frente a los nacidos en la península y la afirmación de la unidad de los nacidos en América y en segundo lugar, en su propia afirmación de gobernante por ser el descendiente de los legítimos gobernantes de éstas tierras, siendo esta última condición la que hacía posible que gobernara legítimamente a los no indios.
En segundo lugar, el planteamiento de Túpac Amaru II, de que todos los no españoles “vivan como hermanos en un solo cuerpo”, lo cual supone la desaparición de las diferencias estamentales y de casta para pasar a un orden de igualación legal. Esta idea de la igualdad ante la ley es una invención occidental y moderna, producto de la ilustración, que se orienta a la conformación de la ciudadanía.
Partiendo de esto diremos que Túpac Amaru II, más allá de la exaltación que se ha hecho de los ideólogos de la independencia, representa una versión peruana de la modernidad ilustrada, una reinterpretación de la ilustración desde los Andes, de una modernidad, que se afirma en el rescate del hombre andino como inclusión, y que se aleja de las opciones ilustradas criollas que más sirvieron para marginarlo y justificar su explotación durante la república.
Comentarios
Yolanda Vigil
PD:Muy interesante el artículo y muy bueno además.