LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA EN CRISIS


La Filosofía de la Historia no es una simple reflexión sobre la Historia hecha por la filosofía. Es un arma de combate ideológico. Lo fue desde su nacimiento. Estuvo al servicio de la legitimación del poder o en claro cuestionamiento hacia el. Quienes por ella se han interesado han optado por una determinada forma de ver a la sociedad, pues sus implicancias sobre la idea del futuro y por ende del presente son muy claras. A la Filosofía de la Historia, desde su nacimiento más le importo el presente y el futuro que el pasado. Su fundamento ´´ultimo ha girado en torno a la existencia de utopías sociales que nos señalen una imagen del futuro, un camino hacia donde la sociedad es conducida, una lógica de las “leyes” o “fuerzas” que gobiernan su curso.
Por ello, el esclarecimiento de la carga ideológica que toda Filosofía de la Historia lleva dentro de si es fundamental para entender su papel como movilizadora, cuestionadora o legitimadora del orden social. Por esta razón, es menester sacar a la Filosofía de la Historia de la elitista vitrina de la reflexión Filosófica para comprender que su verdadera fuerza movilizadora esta en la forma en que se ha convertido en discurso social, legitimador o cuestionador del poder. Reconocer que fue ideología en el pensamiento de los Filósofos, así como lo es en el discurso popularmente divulgado y reproducido. Partir del hecho de que la Filosofía de la Historia ha alimentado y reproducido diversos discursos históricos, manifiestos o no, estos últimos se han estructurado como formas de explicar el mundo y de vivirlo.

Hegel: el punto de partida
La filosofía de la Historia es el más ambicioso intento por comprender el papel que juega la historia de las sociedades, bajo los parámetros de la RAZON. Es fundamentalmente un producto de la ilustración. En su desarrollo inicial destacan pensadores como Voltaire y Hegel. Al primero le debemos la formulación fundamental de esta: la necesidad de comprender la historia desde la perspectiva de la razón, negando con ello todo tipo de oscurantismos y supersticiones. Al segundo, el intento mas ambicioso por comprender y explicar la historia desde la perspectiva del desarrollo ascendente e ininterrumpido hacia la libertad del hombre. El filósofo alemán entendió a la historia en el siguiente sentido:
Hegel
“La historia universal representa, como hemos dicho anteriormente, la evolución de la conciencia que el espíritu tiene de su libertad y también la evolución de la realización  que esta obtiene por medio de tal conciencia. La evolución implica una serie de fases, una serie de determinaciones de la libertad, que nacen del concepto de cosa, o sea, aquí, de la naturaleza de la libertad al hacerse consciente de si…” p. 116.
Hegel fue el que sentó las bases de lo que hoy día consideramos como historia universal. Lo hizo partiendo de las premisas, propias de la ilustración, de que el hombre es un ser racional y de que el curso de la Historia responde, en los hechos a un desenvolvimiento igualmente racional. Así, para Hegel, la dialéctica permite comprender ambas dimensiones en las que se produce la historia: la Historia como proceso objetivo, conjunto de hechos y la historia, entendida como conciencia del devenir, del curso de estos acontecimientos. Esto es porque la Historia y la conciencia histórica de desenvuelven dialécticamente y de manera racional.
Así, Hegel sentó las bases de la concepción contemporánea de lo que es la Historia: en un primera plano el devenir de las sociedades; y en un segundo plano la conciencia de este devenir. Con ella abrió las puertas a lo que es el despliegue de la historia como una ciencia; pero por otra parte la ato a su concepción euro centrista. Impuso una concepción del devenir llena de trampas ideológicas. Por un lado nos plantea una imagen occidental de la libertad. Por otro lado, nos presenta a la razón ilustrada como la única razón posible, como la única capaz de ser consciente del devenir histórico. En suma, Hegel nos propuso una utopía social alcanzable que se ha ido reproduciendo a lo largo del siglo XIX y XX.
La concepción de la Historia desde el siglo XIX
En cierta medida, la idea del progreso, entendido como la expansión de las fuerzas productivas como consecuencia del avance científico y técnico es directamente tributaria de esa idea de la razón. Así, el progreso se convierte en el referente del nivel de desarrollo de los pueblos, de un desarrollo indetenible y ascendente, en el cual los propios individuos dejan de ser importantes para convertirse en piezas de una gran maquina que avanza vertiginosamente hacia una idea de libertad que se va olvidando cada vez mas del hombre como producto individual para convertirla en poder estatal.
Marx
El siglo XIX, en cierta medida, llevo los fundamentos de la filosofía de la historia de Hegel hasta sus últimas consecuencias. Estas ideas se expresaron tanto en los argumentos liberales como en el socialismo marxista, incluso en el positivismo comteano. Igualmente partieron de la idea de que la historia universal es realmente existente; es decir, que existe solo un fin ultimo para todos los pueblos. La concepción de la linealidad de la historia donde no caben desarrollos paralelos o divergentes fue compartida tanto por e discurso liberal sobre el “progreso”, como por el enfoque marxista de la historia y el planteamiento de los tres estadios del positivismo comteano.
Los tres enfoques compartieron la idea hegeliana de que hay un substrato teleológico en el curso de la historia. La idea de que tiene un fin, una razón de ser: la búsqueda permanente por alcanzar la libertad y que, en la medida en que esta se alcanza, el nivel de desarrollo es más elevado o históricamente superior. Sin embargo, estos tres planteamientos esconden una profunda raíz ideológica, y por ende, responden a una concepción del orden social y del poder.
Los liberales, por su concepción individualista, por su dificultad para entender a la sociedad como una colectividad que va mas allá de la simple suma aritmética de individuos, se quedo en la concepción de que la historia esta marcada por la búsqueda de la libertad y que el progreso es su medida empírica. La libertad y el “progreso” solo pueden ser alcanzados con el despliegue de la individualidad en todas sus formas, pero fundamentalmente desde la perspectiva económica. La mejor asignación de recursos que pueden ser provistos por un mercado de libre competencia asegura el progreso científico y tecnológico que sirven de soporte al desarrollo de las sociedades. Esta visión de la Historia es el resultado de los intereses que quienes manejaban el poder social en la Europa del siglo XIX. Fue un discurso orientado a aplacar todo intento por producir transformaciones en la estructura social, bajo la promesa de que una vida mejor para todos puede ser alcanzada como resultado del “progreso”; es decir del desarrollo científico y tecnológico. Quienes lo auspiciaron, lo hicieron desde el poder y nunca contra el.
Marx fue, sin duda, quien de manera consistente llevo las premisas fundamentales de Hegel hasta sus últimas consecuencias. Partiendo de la racionalidad de la historia y de la conciencia de esta, sostuvo que todos los procesos de lo existente están dados por una dinámica marcada por la dialéctica. El materialismo histórico constituye la filosofía de la historia de Marx, además de ser la más completa y universal de las que podemos disponer hoy en día.  Marx hace suya la concepción teleológica de Hegel al plantear que la libertad humana es el fin del curso de la historia. Así la historia como curso histórico tiene un fin: el alcanzar el comunismo. Pero también tenia como fin la comprensión de este curso, la conciencia de las leyes que explican la forma en que la historia ha tenido un desenvolvimiento dentro de esa racionalidad sustancial: la conciencia de clase, que no es otra cosa que la comprensión de las leyes que rigen el curso de todo lo existente, de la materia, la sociedad y las ideas.
Entendida de esta manera, la historia ha sido develada. La universalidad de su comprensión permite que los hechos sean comprendidos a la luz de este curso racional. Este discurso apriorístico resuelve por si solo todo atisbo de duda. Lo que le queda al estudio de la historia es ir confirmando en los hechos aquello que ya se ha comprendido a la luz de esta teoría. Esto ocurre por el hecho de que en el pensamiento de Marx la filosofía de la Historia deja de ser filosofía de la historia para convertirse en Ciencia de la Historia.
Esta ciencia de la Historia, así planteada, es la medida de la cientificidad de toda interpretación de la historia. Así, las interpretaciones de los hechos históricos son más o menos científicas en la medida en que encajan en la teoría, independientemente del rigor metodológico que se haya mostrado al momento de hacer la investigación.
Marx tuvo, entre sus grandes meritos, el comprender que la idea del “progreso” auspiciada por quienes optaron por el conservadurismo social necesitaba estar auspiciada por el discurso revolucionario. Así fue que planteo la idea de que la socialización de los medios de producción llevaría a un desarrollo de las fuerzas productivas y que esta aseguraría la abundancia tan anhelada por las masas obreras. El “progreso” se convierte así en uno de los escenarios mas disputados del combate ideológico.
El positivismo comteano, por su parte nos ofrece una imagen evolucionista de la Historia que encaja con la concepción teleológica de Hegel. Para Comte. la Historia es el proceso que nos conduce a la libertad como resultado de la razón científica. Los estadios del desarrollo planteados por Comte.: teológico, metafísico y positivo son una evidencia de ello. El positivismo posterior del círculo de Viena será el primero en romper con la visión teleológica Hegeliana y Comteana. La argumentación de que solo los hechos observables y verificables, impulsada por Rudolf Carnap, pueden ser sujetos de conocimiento valido los llevaron a descartar toda interpretación teleológica como metafísica. Esto inspiro a los historiadores positivistas a negar cualquier sentido que fuera mas allá de la descripción del hecho en estudio, mostrando un gran escepticismo e incredulidad frente a todo planteamiento teleológico, a cualquier sentido ultimo del curso de la Historia.
Filosofía de la Historia y legitimación del Estado
Más allá del plano de las ideas, el poder estatal moderno y contemporáneo se ha servido de esta concepción teleológica de la historia para legitimar su existencia histórica. El estado se ha instituido con el discurso de que es la forma de organización política mas desarrollada de la historia. Que expresa en el plano histórico el más alto peldaño en la evolución de las sociedades hacia la libertad. No es casualidad que el propio Hegel considerase al estado prusiano en esos términos.
El termino democracia, en este sentido, ha expresado de manera sintética este anhelo por alcanzar esa libertad prometida por los ilustrado del siglo XVIII. Esa es la razón por la cual todos los gobiernos del mundo, desde los que garantizan las mayores libertades individuales hasta las más férreas dictaduras se definen como democráticos. No hacerlo seria como evidenciarse anacrónicos y por lo tanto deslegitimarse.
El auge del poder estatal llevo a que se construya una historia estatalista, determinada por los limites de los estados, en las cuales la historia política tuvo un papel preeminente para definir el curso del devenir histórico. La evolución política paso a ser vista como el curso para lograr la ansiada libertad y las obras de los gobiernos como la manifestación del “progreso” que aseguraba el estado. Así la visión teleológica de la historia estuvo al servicio del poder. El estado es visto como la manifestación de la “razón instituyente”, para usar la frase de Cornelius Castoriadis.
Durante la guerra fría tanto la Unión Soviética como, los Estados Unidos se embarcaron en una lucha por demostrarle al mundo de que el sistema que ambos representaban era históricamente superior al otro. La carrera espacial y la propaganda sobre los desarrollos tecnológicos de ambas superpotencias buscaban en el fondo presentarlas como la imagen del futuro. Las revistas “Selecciones” y su contraparte soviética, el “Sputnik”, intentaban convencer a los lectores de todo el mundo de que ambos países representaban el nivel más alto en la evolución de la humanidad. Entre el “placer” que da el estilo de vida americano y la “seguridad e igualdad” que otorga el estado Soviético había una lucha por demostrar cual sistema expresaba mejor el futuro que todos podemos alcanzar. Ambos discursos, en los que se encontraba implícita una interpretación de la historia, no eran más que armas ideológicas destinadas a legitimar la actuación de ambos estados en el resto del mundo.
Reflexiones finales
La caída del muro de Berlín y el desmantelamiento del bloque socialista desprestigiaron el discurso marxista. Esto llevo a la hegemonía a la idea del “progreso” propugnada por los sectores socialmente más conservadores desde el siglo XIX, ahora neo-liberales. En este sentido, la disputa por el sentido de la historia y su curso ha ido perdiendo validez. Los grandes debates sobre ella hoy están ausentes. Una de las causas que explica este fenómeno es el hecho de que la reflexión filosófica sobre la Historia tiene como interés fundamental el futuro y que actualmente las utopías sociales están en crisis. Por otro lado, el debilitamiento de las utopías sociales en las sociedades contemporáneas ha llevado a que el neo-liberalismo haya tenido éxito en presentarnos la sociedad como una suma  de individuos, racionales dedicados a satisfacer sus necesidades y deseos, contribuyendo a que las acciones sociales colectivas lleguen, en la mayoría de los casos, a ser puramente reivindicativas y que busquen su ajuste en el sistema social.
La idea del “progreso” se ha sublimado. Actualmente se vive como la satisfacción por la compra de artículos tecnológicos. Hoy se concibe el consumo tecnológico como una señal inequívoca de elevación social, de comodidad y de satisfacción. Una satisfacción individual que explica el debilitamiento del imaginario social colectivo y, por ende, del histórico. La cultura del éxito individual se ha convertido en el paradigma hegemónico, contribuyendo al desprestigio de las acciones sociales colectivas de transformación social.
En este contexto, la Filosofía de la Historia ha perdido su vigor e importancia, su capacidad movilizadora colectiva. Pero también ha perdido su fortaleza por el propio avance y progreso del conocimiento histórico aportado por la Historia como ciencia, pues ha mostrado la enorme inconsistencia de una  de las tesis principales de la Filosofía de la Historia: de que existe un curso único para la historia.
En este sentido, la Filosofía de la Historia, tal como surgió, ha muerto en la ilustración, ha entrado en su crisis terminal. La Filosofía de la Historia ya nada sustancial puede aportar a la ciencia histórica. Su lugar debe ser ocupado por la reflexión epistemológica en torno a las condiciones de cientificidad de la ciencia histórica. Ante esta situación la reflexión filosófica sobre la historia debe desarrollarse desde la perspectiva epistemológica. Es pertinente construir una epistemología de la ciencia histórica que nos permita establecer los criterios de validez de las interpretaciones que realicemos sobre el pasado.

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