Diálogo en torno a la Razón

Muerte de Socrates


Juan: Hola Pedro, como estás? 

Pedro: Bien, ¿Y tú? 

Juan: Con ciertas dudas, que aún no logro dilucidar. 

Pedro: ¿De qué se trata? 

Juan: El otro día estaba conversando en una reunión, y de pronto se planteo el tema del origen del Universo. Yo sostuve que ese tema ya había sido esclarecido por la ciencia, que su origen radicaba en el Big Bang, o gran explosión. En ese momento me salió al encuentro uno de los reunidos y me dijo que esas eran tonterías. Sostuvo que en la Biblia eso está claro. Que los científicos están absolutamente equivocados pues no es posible que las cosas surjan de la nada. 

Pedro: ¿Y qué pasó luego? 

Juan: Varios de los reunidos se manifestaron diciendo que no es posible determinar eso. Algunos sostuvieron que son teorías, nada más, y que en realidad se habían planteado dos opiniones. Dijeron que todos los puntos de vista son igualmente válidos y que, por lo tanto, deben ser respetados. Pero la verdad, me quedó un ligero sin sabor con todo ello, pues para mí el tema no radica en cual opinión es la que prevalece sino en determinar cual es la verdad. 

Pedro: Ja,ja,ja,ja… Estimado amigo, permíteme transmitirte mi parecer al respecto. En principio, la gente común y corriente no tiene ninguna pretensión por encontrar la verdad. La búsqueda de la verdad, exige un enorme desapego hacia las propias creencias y el hombre, generalmente, está sumamente atado a ellas. La búsqueda de la verdad implica una opción de vida, una posición ética al respecto. Es más fácil pensar que todo está ya resuelto y que no hace falta buscar nada antes que comprometerse en la aventura del conocimiento. 

Juan: Pero a mí lo que me molesta, en todo caso, es el hecho de que ninguno de los asistentes tuvo la intención de esclarecer cual de las posiciones estaba en lo correcto, habida cuenta que son contrapuestas. 

Pedro: Parece paradójico, pero hay una realidad evidente. Por ejemplo, en el colegio. Viene el profesor de geografía y les enseña a los alumnos que el Universo de generó a través de la gran explosión o Big Bang. Más tarde llega el profesor de Física y les enseña a los alumnos que el universo se comporta de acuerdo a ciertas leyes de la materia; y al día siguiente llega la profesora de religión y dice que Dios no solamente ha creado el universo sino que también ha intervenido en la historia de los pueblos. Esta es una contradicción que la puedes apreciar en todas las esferas de la sociedad. El problema no está en determinar si la religión tiene la razón o la ciencia, sino en que la sociedad contemporánea padece de una suerte de Nihilismo cognoscitivo. 

Juan: ¿Nihilismo cognoscitivo? 

Pedro: Claro, amigo. El problema radica en la aceptación de todas las aseveraciones sobre cualquier materia simplemente por el hecho de que son opiniones. Aquí hay una gran confusión, amigo. 

Juan: ¿Pero de donde parte este problema? 

Pedro: El problema parte de la tergiversación del discurso de la ilustración. El discurso ilustrado inicialmente se construyó sobre un optimismo basado en la creencia de que la sociedad y el hombre pueden mejorar a partir del conocimiento racional. Hasta el siglo XVI existía la certeza de que los textos sagrados eran la única fuente de la verdad. Toda argumentación que fuera en contra de lo que dijera la palabra revelada era vista como una herejía que debía ser castigada. Claro, esto implicaba que a los individuos no se les reconociera la facultad de razonamiento y de que a través de él se podía llegar a la verdad. Con el advenimiento de la ilustración se reconoce a la RAZÖN, y no a la fe, como la única fuente válida de conocimiento. En éste sentido, el hombre, como agente capaz de razonar, debe ser el productor del conocimiento y es el único que puede adjudicarle el valor de verdad. 

Juan: ¿Entonces, cuál es el problema? 

Pedro: La ilustración no solo le reconoció al hombre la posibilidad de razonar, sino a partir de ahí, le adjudicó una dignidad. Esta dignidad se ha expresado en el derecho inalienable que tiene cada persona para manifestar sus opiniones y de que estas sean igualmente respetadas. Eso quiere decir, en buena cuenta, de que es posible que cualquier persona argumente cosas insostenibles y que, sin embargo, ellas sean vistas como opiniones igualmente respetables.

Juan: ¿Pero en ese caso, el principio de la razón del cual me hablas quedaría olvidado? Creo, estimado Pedro, que este tema si estas equivocado. Pues es precisamente en el mundo contemporáneo en que la ciencia ha cobrado más impulso. Además la dignidad es, en todo caso, una enorme conquista de la ilustración y no creo que esta pueda ser entendida como un equívoco. Al contrario, pienso que éste es uno de los aspectos más importantes que occidente ha aportado al mundo entero. En todo caso, nuestros sistemas democráticos se sustentan en la dignidad e igualdad humanas. 
Pedro: Si partimos del hecho de que la ilustración pretendía que la totalidad del orden social fuera construido sobre la razón, debemos reconocer que este principio ciertamente ha quedado olvidado. Pero ahí no radica el problema en la medida en que no es posible construir una sociedad plenamente racional, es decir, diseñada a voluntad bajo ciertas premisas racionalmente construidas. Es evidente que la ciencia ha avanzado en el mundo contemporáneo como nunca lo había hecho. Es más, la ciencia es casi una creación del mundo contemporáneo. Pero también es cierto que el pensamiento racional no se ha convertido en un ejercicio cotidiano por parte de la gente común. 

El problema de la dignidad radica en que se confunde la dignidad y el derecho a expresarse con la valoración de lo que se dice desde el punto de vista del conocimiento. No niego la pertinencia de considerar al hombre como un ser que intrínsecamente tiene derecho a alcanzar la dignidad, así como tampoco discuto su posibilidad de expresar sus ideas libremente. No estoy en contra de la ilustración, sino de la tergiversación que de ella se ha hecho. Esto te lo digo porque toda elaboración racional, para ser tal, debe sustentarse en hechos observables, verificables y medibles. Lo que sostengo es que este principio se mantuvo plenamente hasta el siglo XIX; sin embargo, la llegada del siglo XX terminó por romperlo cayendo en un Nihilismo en el cual se admite todo, terminando el hombre por tener creencias desdobladas y superpuestas en la mayoría de los casos. 

Con respecto al tema de la democracia, pienso que los sistemas políticos actuales se caracterizan por el abandono de un principio que fue sustentado por los pensadores de la ilustración: los gobiernos basados en la existencia de la libre manifestación de la voluntad por individuos racionales. ¿Pero que encuentras?, democracias basadas en la manipulación mediática, en el manejo hábil de los recursos visuales y propagandísticos. Nuestros políticos han terminado siendo productos del marketing antes que gobernantes. No creo que el voto desinformado pueda ser una sólida base sobre la cual se pueda construir un sólido sistema democrático. El problema es que esta situación se mantiene y afianza desde el poder. El ejemplo de los estudiantes que deben estar convencidos del Big Bang en la hora de geografía o de Física y creer en la creación divina en la hora de religión creo que sintetiza esto bastante bien. Ahora, el Nihilismo Gnoseológico se manifiesta en el hecho de que a muy pocos les preocupa esta flagrante contradicción. 

Juan: Me parece que te estas yendo por las ramas. Finalmente la democracia es el mejor sistema que tenemos, ¿pero en todo caso, el problema debería ser visto como propio del conocimiento y no como una cuestión que tiene que ver con la dignidad humana y el derecho a expresarse? 

Pedro: Amigo, la democracia actual nada tiene que ver con aquella que pensaron los ilustrados. Hemos construido un sistema pretendidamente guiado por la racionalidad, pero que ha terminado siendo dirigido por la irracionalidad. Los individuos al no poder conocer racionalmente están impedidos de poder elegir racionalmente y los gobernantes dejan de estar obligados a gobernar racionalmente. Pero nuevamente regresamos al punto inicial. El problema radica en la postura ética frente al conocimiento. Al lugar que el conocimiento ocupa en la escala de valores al interior de la sociedad. Es evidente, que la búsqueda por conocer la verdad ha quedado relegada a un plano sumamente inferior. La verdad, en la sociedad contemporánea tiene escaso valor. La ilustración, en este sentido, ha fracasado. El Nihilismo cognoscitivo la ha llevado a ser permeable ante cualquier opinión, por más disparatada e inconsistente que esta sea. Ahora, regresando a tu pregunta, es evidente que el problema esta asociado a la permeabilidad que la sociedad muestra frente a cualquier manifestación atribuyéndole un mismo valor de verdad. Eso fue lo que me dijiste cuando me mencionaste el tema de la conversación sobre el origen del universo. El problema del conocimiento en éste ámbito es un problema social justamente porque es la sociedad la que le atribuye un valor de verdad. 

Juan: ¿Pero esa falta de Ética en el conocimiento y de valoración de la verdad nos anuncia la crisis de la cultura occidental? 

Pedro: En la medida en que la cultura occidental contemporánea se sustenta en una ética basada en la razón, si. Esto no quiere decir que la cultura occidental va a desaparecer. Sería muy aventurada o temeraria cualquier aseveración al respecto. Es posible, más bien, que dado el nivel de manipulación reinante, los aspectos fundamentales de éste sistema se puedan reproducir sin mayores problemas y que las crisis sociales que se presenten no pasen de ser reivindicaciones parciales y efímeras que terminen adaptando a los individuos a este sistema. El tema radica en comprender que ya no existen principios éticos fiables. No hay criterios válidos para determinar hasta que punto un comportamiento es aceptable o no. ¿Recuerdas al sociólogo Emile Durkheim? El explicó la anomia como la falta de observancia de las reglas sociales; pero resulta que estas reglas actualmente son casi inexistentes. 

La ilustración pretendió construir una ética sustentada en la razón para reemplazar a la ética cristiana que había sucumbido definitivamente para el siglo XVIII. Pero no lo ha logrado, y no lo ha hecho debido a que no se ha podido construir un paradigma válido de lo que es el conocimiento. El Nihilismo cognoscitivo ha llevado a una pérdida de referentes que puedan considerarse fundacionales de éste nuevo orden social. En éste sentido, el tejido social se exhibe ciertamente muy debilitado. El que se admita como racional cualquier manifestación sin importar si reúne precisamente éste carácter no permite que se construya un modelo social sustentado en la razón; sino precisamente uno sustentado en la irracionalidad. 

Juan: Creo que tienes un concepto de racionalidad ciertamente muy limitado. Recuerdo por ejemplo a Max Weber y como este gran sociólogo admitía la existencia de una racionalidad con arreglo a fines, es decir, una racionalidad instrumental. En éste sentido, el cálculo que cada individuo realiza de los costos y beneficios de realizar determinada acción puede considerarse como racional. 

Pedro: El concepto de racionalidad que manejas ciertamente es bastante interesante. Este concepto fue desarrollado por la llamada economía clásica. Desde Smith encontramos la idea de la racionalidad de las conductas humanas. Esto lo sintetizó en la llamada “mano invisible”, que no debe ser interpretada como que un poder oculto maneja nuestras acciones, sino más bien, como la posibilidad de entender las acciones colectivas como el resultado de decisiones individualmente tomadas. Esta racionalidad instrumental la puedes rastrear posteriormente en Ludwig Von Misses y en pensadores más contemporáneos como Mancur Olson, o aquellos de la corriente llamada individualismo metodológico.

Pero me permito considerar a esta corriente como sesgada. Esto es porque se preocupa de la llamada acción social como un producto fundamentalmente individual donde la acción social solo puede ser entendida básicamente como el resultado de la adición simple de las conductas individuales. Esto constituye un grave error teórico pues olvida algunas cuestiones fundamentales. Por ejemplo, nos permite entender como las personas, cuando van al supermercado eligen entre productos de diferentes marcas considerando la calidad, la cantidad y el precio. También puede ser útil para explicar como la percepción que cada individuo tiene sobre sus intereses interviene a la hora de elegir como presidente a determinado candidato. Pero no nos dice nada sobre la capacidad que debería tener cada individuo para cuestionar los fundamentos del sistema económico o el orden social, ¿Sabes por qué? Porque se parte de la premisa de que el orden social antecede como prioritario al individuo. De que todo orden social es anterior al individuo. Es más naturaliza al sistema capitalista como la fiel expresión de la naturaleza individual del hombre. Al hombre se le percibe como racionalmente individualista, incapaz de elaborar un pensamiento que vaya más allá de sus propios intereses inmediatos. Ahí radica la trampa teórica, querido amigo. El orden imperante, al ser expresión social de un orden natural, está fuera del alcance de toda crítica racional. La racionalidad se restringe a la satisfacción del interés puramente individual y cuando es social, no puede ser entendida sino como una simple suma estadística de intereses individuales.

En todo caso, no niego el carácter de racional de la conducta individual sustentada en la percepción que los individuos tienen de sus intereses. Lo que es motivo de mi crítica es que no tenemos una ética que nos diga que conductas son aceptables, solo nos dice que cada uno puede creer en lo que le conviene, según los resultados que logra. Sostengo que esta racionalidad individual con arreglo a fines, aislada de una RAZÓN ética y gnoseológica socialmente compartida, termina siendo tan solo una aparente racionalidad  individual que esconde una profunda irracionalidad. Esto lo puedes apreciar en el ejemplo del individuo que concurre al supermercado y debe elegir entre dos prensas de vestir que están a la moda. En ese caso, su racionalidad se muestra para analizar la calidad y el precio de la prenda y compararla con la otra para elegir la mejor alternativa; pero no para cuestionar en sí mismo el fenómeno de la moda.

Juan: ¿la verdad, es que me he percatado que esa situación se produce de manera frecuente. Pero mi pregunta sería, ¿Qué podemos hacer frente a esta situación?

Pedro: La verdad, pienso que deberíamos partir de un hecho concreto. Una cosa es el derecho a expresarse y otra el derecho a que las opiniones sean igualmente valoradas. En principio, considero que las opiniones no deben ser valoradas sino por el sustento racional y empírico que estas tienen. El problema es que, como ya lo puso  evidencia Foucault, saber y poder van de la mano. En este sentido, se cae en una absoluta ambigüedad con respecto a la verdad, pues esta termina estando al servicio de quienes detentan el poder material y simbólico, como bien lo explicó Pierre Bourdieu. En esa lucha permanente por el poder ciertos discursos son considerados como perfectamente válidos aún sin haber pasado por el escrutinio de la razón- muchos de los cuales sirven precisamente a los intereses del poder-. Es decir, estimado amigo, se produce un complejo juego en que la aceptación de todos los discursos inofensivos para el sistema como igualmente válidos no supone la democratización y la aceptación plena de la diferencias; sino la tolerancia de éstas en la medida en que no cuestionan las bases mismas sobre las cuales el sistema de reproduce. Pero además, hace posible que el poder actúe presentando ciertos paradigmas sociales como válidos, escamoteando todo análisis racional.

Saber y poder se han entremezclado. Esto significa que la razón, bajo estos términos, ha terminado siendo tan solo un medio de opresión de la propia razón. Es necesario, entonces, recobrar el potencial liberador de la razón. De una razón que no tenga compromisos con ningún poder establecido. Partir del hecho de que quienes han tratado de construir sociedades sobre la base de la tergiversación de la propuesta ilustrada han fracasado. Nuestros paradigmas existentes han sucumbido frente al Nihilismo ético primero, y luego ante el Nihilismo cognoscitivo.

Juan: Un momento, amigo. Creo que te estas saliendo del cauce de la conversación. ¿Estábamos hablando del conocimiento, eso que tiene que ver con la sociedad?

Pedro: Mucho, mi estimado amigo. Es la sociedad finalmente la que admite o no un discurso como válido. El Nihilismo cognoscitivo no es un problema epistemológico, por ello desde ahí no se ha podido solucionar. El problema es eminentemente social, único espacio donde pude ser creada y preservada una ética del conocimiento, que ahora se ha perdido.
El individualismo, construido sobre la base de la voracidad económica ha acabado por sumir a la sociedad en una anarquía valorativa. Si una postura garantiza las ganancias, entonces es buena. En éste contexto cada individuo lucha a su manera por el enriquecimiento y realiza conductas distintas y contrapuestas que son apreciadas como igualmente válidas en función de los objetivos que se alcancen. Es decir, una Ética instrumental que no es otra cosa que la permeabilidad frente a cualquier conducta, y por ende saber. Esto es el Nihilismo ético, bajo su cara cognoscitiva.
Por eso tus amigos no tuvieron la intención de esclarecer cual de las dos posiciones era la correcta. Sus intervenciones estuvieron dirigidas simplemente a plantear que “cada uno tiene su verdad”. Claro, esto es porque cada posición tiene un valor de verdad exclusivamente en la medida en que le permita a cada uno alcanzar sus objetivos. Ya no se entiende la verdad como aquello que está fuera del observador, sino exclusivamente como aquello que el observador crea.

Juan: ¿Pero lo último que acabas de decir no es bueno en la medida en que permite reconocer las diferencias culturales? No olvides que la llamada post-modernidad constituye un importante aporte que nos lleva al reconocimiento del punto de vista del otro. La superación del discurso único nos da la oportunidad de que todos podamos estar representados políticamente, por ejemplo. Amigo, más bien me parece que estas cayendo en una suerte de opción autoritaria disfrazada de un discurso racional.

Pedro: Ja,ja,ja,ja. Aparentemente, amigo. Se supone que el reconocimiento de las diferentes opiniones es el sustento último de la diversidad cultural y, por ende, seria la salida ante la opresión del discurso hegemónico, expresado en los llamados estados-nación, por ejemplo. Pero en la práctica este discurso, sustentado entre otras cosas en una deliberada tergiversación y absoluta relativización de los postulados de Wittgenstein no contribuye en nada con ello. Solo se ha debilitado la capacidad de los estados, pero no se ha puesto en duda el poder del capital. La interpretación el sistema imperante es que la libertad de contratación garantiza el escuchar las diferentes voces y por ende cumple con el objetivo democrático. Sin embargo, quienes lo defienden no ponen en cuestión el hecho de que el sistema mismo puede ser cuestionado. ¿Recuerdas la relación saber- poder? En este sentido, la democracia moderna sobrevive gracias a que ha sabido ocultar convenientemente esta situación.

Los corifeos y los intelectuales íntegros que tratan de mejorar el modelo han fracasado estrepitosamente pues han olvidado el gran problema estructural de la ilustración. El reconocimiento de las diferentes opiniones no ha llevado al reconocimiento real de diferentes verdades, pues si así fuera el caso, sería positivo. El problema radica en que se asume socialmente que la verdad no existe y que todo depende de lo que le conviene a cada uno y que el tema es quien tiene más poder para imponer su verdad. Entonces, los individuos de las culturas dominadas pueden expresarse y preservar su cultura en la medida en que eso no altera las relaciones de poder. Su capacidad de expresión y valoración de sus opiniones no llega al punto de que puedan oponerse a la penetración capitalista. Pero si admitimos que la penetración capitalista altera todas las formas culturales, entonces su capacidad de expresión termina licuada en este Nihilismo cognoscitivo que conduce solo al afianzamiento del poder por parte de los poderosos. 

Juan: ¿Entonces, las ideas de los poderosos tampoco son racionales?

Pedro: Los poderosos generalmente tienen a su servicio propagandistas, no auténticos pensadores. La sociedad de consumo ha producido un fenómeno nunca antes visto. Ahora se fabrican ideas que luego son difundidas masivamente con el fin de integrarse a las ya existentes. Generalmente estas se sustentan sobre otras pre-existentes que le den la apariencia de solidez. Por ejemplo, si un gobierno quisiera controlar la emisión de programas televisivos, llamados “basura”, automáticamente se elevarían voces diciendo que se está afectando la libertad de expresión. Aparecerían intelectuales de diferentes campos haciendo reclamos airados para proteger los intereses subalternos de los dueños de los medios y de quienes tienen interés de que el embrutecimiento colectivo no se detenga. Pero observa que nunca están dispuestos a discutir racionalmente sus posiciones. En este sentido, lo importante es que el discurso parezca racional, no que lo sea.

El sistema social, como pretendida expresión del pensamiento ilustrado ha fracasado. Necesitamos reconstruir los cimientos de un nuevo orden. Se requiere, con urgencia, nuevos pensadores que partiendo de este hecho planteen nuevos paradigmas frente a  un orden socio-cultural que está en crisis. El Nihilismo ético, convertido en orden social, ha terminado por hacer sucumbir esta civilización, pretendidamente sustentada en la razón, de la cual no apreciamos sino sus últimos estertores.

Juan: ¿Pero no me ha quedado claro que tiene que ver esto con el tema del conocimiento?

Pedro: Mucho, querido amigo. La relación radica en que justamente el Nihilismo cognoscitivo impide que busquemos la verdad y de esta manera que develemos la auténtica raíz de éste sistema. Ahí esta el asunto. Nos propone renunciar a encontrar las auténticas relaciones que sostienen el actuar orden social, permitiéndole seguir actuando impunemente. Esa es su importancia. En este sentido, lo que has vivido en esa conversación no es otra cosa que la manifestación de un sistema opresor de la razón. Por eso esa conversación te produjo un sinsabor, amigo. Tú querías encontrar la verdad en un sistema que se da maña para ocultarla. El Nihilismo cognoscitivo no es el reconocimiento del otro, sino la ideología que permite mantener el sistema, aparentando ser una democracia tolerante, aparentando que el sistema funciona. Los intelectuales que ocultan esta verdad y que solo buscan remozar este sistema hacen recurrentes citas a Rousseau, Montesquieu, Bacon, entre otros, con el fin de hacernos creer que este modelo social es heredero de esos pensadores, ocultando el fracaso de la ilustración en su objetivo de devolverle la humanidad al hombre, de permitirle pensar racionalmente. Es el campo de la Ética cognoscitiva el verdadero campo de batalla en el que se mostrará la decadencia de la civilización occidental, en la que estamos sumidos.

Juan: Amigo, muchas gracias, esta conversación ha sido muy estimulante para mí. Sin embargo, creo que aún hay mucho sobre lo cual reflexionar y discutir.

Pedro: Hasta pronto, amigo. Ah, y recuerda que no estas solo en este intento por tratar de pensar en un mundo en que todo parece conspirar para que no lo logres. Hasta pronto.
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