EL ESTADO Y EL PROBLEMA DE LA DETERMINACIÓN DE LA GÉNESIS DEL PODER
Uno de los problemas más importantes que encierra el tema de la existencia del Estado y el de su relación con el conjunto de la sociedad es el referido a la fuente de donde emerge su poder.
El problema del origen de la naturaleza del Estado y de su poder ha sido abordado desde diferentes perspectivas y con diferentes conclusiones. Así, desde el campo de la filosofía podemos destacar a Hobbes, Rousseau, Hegel, Marx y Foucault . Desde el derecho constitucional a Hairiou, Bourdieu, Loewenstein y Smith, entre otros. Desde la sociología podemos destacar a Weber, Wright Mills y a Pierre Bourdieu.
Con respecto al poder del Estado y a su naturaleza existen diferentes enfoques, todos ellos teñidos, en un sentido o en otro, de un tinte marcadamente ideológico. Definimos como una interpretación ideológica a aquella en la cual se busca de antemano legitimar un determinado tipo de orden político, que favorece de manera asimétrica a los distintos sectores que conforman un orden social. Las diversas tendencias ideológicas que podemos observar en la interpretación de la naturaleza del poder del Estado se derivan del hecho de que estas pretenden tener un carácter totalizador y absolutamente abstracto de un fenómeno que es histórico y concreto.
Para ser más exactos diremos que los diferentes enfoques sobre lo que es el Estado y la naturaleza del poder que éste detenta son el resultado de distintas reflexiones hechas por una gran cantidad de pensadores y que corresponden al momento histórico que les tocó vivir. Cada uno de ellos analizó las relaciones políticas de la sociedad en la que vivieron e hicieron generalizaciones con respecto a la significancia del Estado, al papel que cumple en la sociedad y a la naturaleza de su poder. Fue una suerte de generalización inductiva lo que llevó a cada uno de ellos a pretender extraer características generales de circunstancias particulares.
Los distintos enfoques sobre lo que es el Estado se refieren al Estado en general y no a un Estado en particular. Esto es, pretenden explicar lo que es el Estado, la fuente de su poder y las relaciones que establece con el conjunto de la sociedad. La gran pregunta que nos hacemos con respecto a lo anteriormente expresado es ¿Hasta que punto es posible que una determinada interpretación sobre lo que es el Estado y su poder al cual se llega a través del análisis de un caso en particular pueda ser generalizable y convertida en una teoría del Estado? ¿Cómo podemos estar seguros que la interpretación de un caso o momento histórico en el desarrollo de los Estados nos permite explicar los diferentes espacios y tiempos en los que éste se ha desarrollado?
Dicho de otra manera esto es: ¿Cuáles son los criterios para determinar que un razonamiento inductivo sea consistente? Es menester precisar que en la interpretación de la génesis del poder del Estado existen dos caminos posibles: El primero es el deductivo. Se basa en partir de ciertas premisas de carácter general, de las cuales se desprenden ciertas conclusiones de carácter particular: La segunda es la inductiva, consistente en partir de casos particulares para elevarlos al nivel general. La lógica inductiva parte de razonamientos de carácter analógico o de la determinación de las condiciones necesarias y suficientes para un conjunto de experiencias particulares a fin de llegar a principios de carácter general a través de la inferencia.
Precisemos lo dicho con ayuda de algunos ejemplos más concretos. Por ejemplo, si realizamos un análisis deductivo y planteamos que el Estado tiene como causa de su existencia la voluntad del pueblo y cómo génesis de su poder al propio poder del pueblo. Nos planteamos la pregunta siguiente: ¿Esto se aplica a todas la etapas de la historia y a todos los lugares dónde se han desarrollado Estados? ¿Cómo interpretar la presencia de Estados en regiones cómo producto de la conquista?. La presencia de un poder estatal discordante con la voluntad popular se ha presentado en muchos momentos de la historia cómo podría ser el caso de la presencia del estado Imperial romano en regiones bárbaras como la Galia Cisalpina; En gran parte de la Europa oriental, durante el sometimiento que tuvieron que soportar bajo la espada de Atila; La España visigoda que se vió invadida y sometida por las fuerzas musulmanas, luego de la victoria de Tarik en la batalla de Guadalete ( 711). La anexión de Tarapacá, contra la voluntad de los Tarapaqueños, por parte del Estado chileno, luego que perdiéramos la guerra con ellos y cómo consecuencia del Tratado de Ancón.
Si el origen del poder Estatal deriva de la voluntad del pueblo querría decir que los regímenes monárquicos europeos, cómo el de Luis XVI en Francia, derivaban su existencia de la voluntad popular. ¿ Entonces, porqué se hizo la revolución francesa?
Lo anteriormente expresado nos sugiere que la aplicación de una idea sobre el Estado a la totalidad de formaciones políticas entendidas como tales desnaturaliza, relativiza la definición y lleva a definiciones contradictorias y equívocos. No es posible entender de manera confiable a un Estado en particular simplemente aplicando el pensamiento deductivo y suponiendo que todas las características de la definición se van a cumplir. Sería elevar una definición a un nivel axiomático que no puede alcanzar.
Si no podemos aplicar el pensamiento deductivo para entender a cada uno de los Estados indaguemos en los alcances del pensamiento inductivo. El pensamiento inductivo, ante todo consiste en el análisis de uno o varios casos y, a partir de inferencias probabilísticas, llegar a definiciones o conclusiones de carácter general. Esto quiere decir que el análisis inductivo nos describe la generalidad con una probabilidad de error, es decir contempla la posibilidad de que exista cuando menos un caso que no concuerde con nuestra definición.
De hecho, si hemos analizado el caso de un país con un alto nivel de relaciones políticas democráticas cómo puede ser la Noruega contemporánea, y vemos que el Estado de aquel país maneja su poder de acuerdo a la voluntad de su pueblo, ¿hasta qué punto nos es posible generalizar ello y suponer que en todos los países el Estado representa la voluntad del pueblo? Ello no significa que la inducción sea absolutamente imposible en estos temas, sino más bien que es necesario que por lo menos dos sociedades de parezcan significativamente en sus relaciones con sus estados para que la analogía tenga por lo menos un apreciable nivel de pertinencia, de lo contrario no pasará de ser una grotesca extrapolación.
Los desarrollos históricos son tan diversos en términos espacio-temporales que no hemos encontrado hasta ahora una explicación teórica satisfactoria que nos permita entenderlos a todos ellos. En realidad, coexisten diversas posiciones que tratan de explicarnos al Estado y la génesis de su poder. Entre ellas tenemos la que nos plantea que es el resultado del acuerdo del conjunto de la sociedad y que su poder deriva de la voluntad popular ( Rousseau), otra nos plantea que es el origen de la desigualdad entre los hombres ( Bakunin), que es el instrumento de una clase para explotar y oprimir a otra ( Marx), que es un aparato que oprime el libre ejercicio de la libertad ( Spencer), etc.
Una teoría es la explicación lógica de un gran número de fenómenos. Es científica en la medida en que asume la posibilidad de que surja nueva evidencia que la invalide o que no pueda interpretar. Toda teoría para ser científica debe someterse a la contrastación y para estar vigente debe superar contrastaciones sucesivas con la información empírica disponible.
Quienes hablan del Estado en general en realidad no están hablando de nada existente. Sólo están haciendo una metafísica infructuosa de cuyas conclusiones nada realmente útil puede salir, salvo entretenerse con la especulación misma. Quienes pretenden entender a un Estado en particular, cómo el Estado peruano por ejemplo, haciendo deducciones a partir de los enunciados generales sobre lo que es el Estado y sin ninguna base empírica, simplemente pretenden sostener un discurso ideológico e interesado sobre lo que es el Estado para beneficiar a un sector o grupo que quiere legitimarse en poder o apropiarse de él. Aquel que investiga el desarrollo de un Estado en particular y pretende, sin criterios confiables, generalizar sus conclusiones y elevarlas a la condición de teoría, probablemente o no conoce cómo se construye la ciencia o quiere pasar por gran pensador. Mientras que aquel que investiga a un Estado concreto en particular y extrae conclusiones definiéndolas en sus reales alcances y limitaciones en realidad quiere contribuir al desarrollo del conocimiento.
Es pertinente, entonces definir claramente que la discusión sobre el origen del poder estatal debe establecerse en relación a una definición precisa sobre el origen del poder en un Estado determinado. Lo cual nos debe llevar a una definición precisa en el espacio y en el tiempo que elimine, en la medida de lo posible, la metafísica ideológica y vacía de todo contenido científico que caracteriza a la discusión contemporánea.
El problema del origen de la naturaleza del Estado y de su poder ha sido abordado desde diferentes perspectivas y con diferentes conclusiones. Así, desde el campo de la filosofía podemos destacar a Hobbes, Rousseau, Hegel, Marx y Foucault . Desde el derecho constitucional a Hairiou, Bourdieu, Loewenstein y Smith, entre otros. Desde la sociología podemos destacar a Weber, Wright Mills y a Pierre Bourdieu.
Con respecto al poder del Estado y a su naturaleza existen diferentes enfoques, todos ellos teñidos, en un sentido o en otro, de un tinte marcadamente ideológico. Definimos como una interpretación ideológica a aquella en la cual se busca de antemano legitimar un determinado tipo de orden político, que favorece de manera asimétrica a los distintos sectores que conforman un orden social. Las diversas tendencias ideológicas que podemos observar en la interpretación de la naturaleza del poder del Estado se derivan del hecho de que estas pretenden tener un carácter totalizador y absolutamente abstracto de un fenómeno que es histórico y concreto.
Para ser más exactos diremos que los diferentes enfoques sobre lo que es el Estado y la naturaleza del poder que éste detenta son el resultado de distintas reflexiones hechas por una gran cantidad de pensadores y que corresponden al momento histórico que les tocó vivir. Cada uno de ellos analizó las relaciones políticas de la sociedad en la que vivieron e hicieron generalizaciones con respecto a la significancia del Estado, al papel que cumple en la sociedad y a la naturaleza de su poder. Fue una suerte de generalización inductiva lo que llevó a cada uno de ellos a pretender extraer características generales de circunstancias particulares.
Los distintos enfoques sobre lo que es el Estado se refieren al Estado en general y no a un Estado en particular. Esto es, pretenden explicar lo que es el Estado, la fuente de su poder y las relaciones que establece con el conjunto de la sociedad. La gran pregunta que nos hacemos con respecto a lo anteriormente expresado es ¿Hasta que punto es posible que una determinada interpretación sobre lo que es el Estado y su poder al cual se llega a través del análisis de un caso en particular pueda ser generalizable y convertida en una teoría del Estado? ¿Cómo podemos estar seguros que la interpretación de un caso o momento histórico en el desarrollo de los Estados nos permite explicar los diferentes espacios y tiempos en los que éste se ha desarrollado?
Dicho de otra manera esto es: ¿Cuáles son los criterios para determinar que un razonamiento inductivo sea consistente? Es menester precisar que en la interpretación de la génesis del poder del Estado existen dos caminos posibles: El primero es el deductivo. Se basa en partir de ciertas premisas de carácter general, de las cuales se desprenden ciertas conclusiones de carácter particular: La segunda es la inductiva, consistente en partir de casos particulares para elevarlos al nivel general. La lógica inductiva parte de razonamientos de carácter analógico o de la determinación de las condiciones necesarias y suficientes para un conjunto de experiencias particulares a fin de llegar a principios de carácter general a través de la inferencia.
Precisemos lo dicho con ayuda de algunos ejemplos más concretos. Por ejemplo, si realizamos un análisis deductivo y planteamos que el Estado tiene como causa de su existencia la voluntad del pueblo y cómo génesis de su poder al propio poder del pueblo. Nos planteamos la pregunta siguiente: ¿Esto se aplica a todas la etapas de la historia y a todos los lugares dónde se han desarrollado Estados? ¿Cómo interpretar la presencia de Estados en regiones cómo producto de la conquista?. La presencia de un poder estatal discordante con la voluntad popular se ha presentado en muchos momentos de la historia cómo podría ser el caso de la presencia del estado Imperial romano en regiones bárbaras como la Galia Cisalpina; En gran parte de la Europa oriental, durante el sometimiento que tuvieron que soportar bajo la espada de Atila; La España visigoda que se vió invadida y sometida por las fuerzas musulmanas, luego de la victoria de Tarik en la batalla de Guadalete ( 711). La anexión de Tarapacá, contra la voluntad de los Tarapaqueños, por parte del Estado chileno, luego que perdiéramos la guerra con ellos y cómo consecuencia del Tratado de Ancón.
Si el origen del poder Estatal deriva de la voluntad del pueblo querría decir que los regímenes monárquicos europeos, cómo el de Luis XVI en Francia, derivaban su existencia de la voluntad popular. ¿ Entonces, porqué se hizo la revolución francesa?
Lo anteriormente expresado nos sugiere que la aplicación de una idea sobre el Estado a la totalidad de formaciones políticas entendidas como tales desnaturaliza, relativiza la definición y lleva a definiciones contradictorias y equívocos. No es posible entender de manera confiable a un Estado en particular simplemente aplicando el pensamiento deductivo y suponiendo que todas las características de la definición se van a cumplir. Sería elevar una definición a un nivel axiomático que no puede alcanzar.
Si no podemos aplicar el pensamiento deductivo para entender a cada uno de los Estados indaguemos en los alcances del pensamiento inductivo. El pensamiento inductivo, ante todo consiste en el análisis de uno o varios casos y, a partir de inferencias probabilísticas, llegar a definiciones o conclusiones de carácter general. Esto quiere decir que el análisis inductivo nos describe la generalidad con una probabilidad de error, es decir contempla la posibilidad de que exista cuando menos un caso que no concuerde con nuestra definición.
De hecho, si hemos analizado el caso de un país con un alto nivel de relaciones políticas democráticas cómo puede ser la Noruega contemporánea, y vemos que el Estado de aquel país maneja su poder de acuerdo a la voluntad de su pueblo, ¿hasta qué punto nos es posible generalizar ello y suponer que en todos los países el Estado representa la voluntad del pueblo? Ello no significa que la inducción sea absolutamente imposible en estos temas, sino más bien que es necesario que por lo menos dos sociedades de parezcan significativamente en sus relaciones con sus estados para que la analogía tenga por lo menos un apreciable nivel de pertinencia, de lo contrario no pasará de ser una grotesca extrapolación.
Los desarrollos históricos son tan diversos en términos espacio-temporales que no hemos encontrado hasta ahora una explicación teórica satisfactoria que nos permita entenderlos a todos ellos. En realidad, coexisten diversas posiciones que tratan de explicarnos al Estado y la génesis de su poder. Entre ellas tenemos la que nos plantea que es el resultado del acuerdo del conjunto de la sociedad y que su poder deriva de la voluntad popular ( Rousseau), otra nos plantea que es el origen de la desigualdad entre los hombres ( Bakunin), que es el instrumento de una clase para explotar y oprimir a otra ( Marx), que es un aparato que oprime el libre ejercicio de la libertad ( Spencer), etc.
Una teoría es la explicación lógica de un gran número de fenómenos. Es científica en la medida en que asume la posibilidad de que surja nueva evidencia que la invalide o que no pueda interpretar. Toda teoría para ser científica debe someterse a la contrastación y para estar vigente debe superar contrastaciones sucesivas con la información empírica disponible.
Quienes hablan del Estado en general en realidad no están hablando de nada existente. Sólo están haciendo una metafísica infructuosa de cuyas conclusiones nada realmente útil puede salir, salvo entretenerse con la especulación misma. Quienes pretenden entender a un Estado en particular, cómo el Estado peruano por ejemplo, haciendo deducciones a partir de los enunciados generales sobre lo que es el Estado y sin ninguna base empírica, simplemente pretenden sostener un discurso ideológico e interesado sobre lo que es el Estado para beneficiar a un sector o grupo que quiere legitimarse en poder o apropiarse de él. Aquel que investiga el desarrollo de un Estado en particular y pretende, sin criterios confiables, generalizar sus conclusiones y elevarlas a la condición de teoría, probablemente o no conoce cómo se construye la ciencia o quiere pasar por gran pensador. Mientras que aquel que investiga a un Estado concreto en particular y extrae conclusiones definiéndolas en sus reales alcances y limitaciones en realidad quiere contribuir al desarrollo del conocimiento.
Es pertinente, entonces definir claramente que la discusión sobre el origen del poder estatal debe establecerse en relación a una definición precisa sobre el origen del poder en un Estado determinado. Lo cual nos debe llevar a una definición precisa en el espacio y en el tiempo que elimine, en la medida de lo posible, la metafísica ideológica y vacía de todo contenido científico que caracteriza a la discusión contemporánea.
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